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Andrés González Blanco (Traductor)
ISBN : 8494945068
230 páginas
Editorial: Gadir (30/11/-1)

Calificación promedio : 4.33/5 (sobre 3 calificaciones)
Resumen:
La selección de artículos y ensayos que recoge esta edición fue preparada por Andrés González-Blanco, escritor español gran experto en literatura portuguesa y autor también del prólogo y de la traducción. El tiempo transcurrido desde su edición ha confirmado a Eça como un clásico indiscutible de la literatura portuguesa y universal, el número de sus lectores se multiplica y la admiración hacia él no ha dejado de crecer. El excelente criterio seguido por González-Bla... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (3) Añadir una crítica
Joserodher
 25 October 2023
Recopilación de artículos de prensa del insigne escritor portugués en la que se echa de menos información de la procedencia y fecha de los artículos para poder ponerlos en contexto. En el prólogo de Andrés González Blanco (traductor y antólogo) se indica de qué libro póstumo recopilatorio se extraen los textos, pero teniendo en cuenta que Eça falleció en 1900 y esos libros editados en Portugal están editados entre 1905 y 1917, la información es insuficiente.
El tono de los artículos es irónico (un humor muy anglo-portugués, sutil y ligero).
El primer artículo que da título al libro es un breve y profundo ensayo que no desmerecería de Montaigne. La reflexión sobre la causa de la tristeza de su siglo (segunda mitad del XIX) valdría para hoy. «Tenemos todos el indefinido sentimiento de que la risa estridente y clara desentona en la atmósfera moral de nuestro tiempo», dice el autor.
Cita el autor a Rabelais y al grabado de Durero «Melancolía» que le sirven de motivo conductor.
La causa de la tristeza contemporánea es el exceso de civilización según Eça. Transcribo un clarificador párrafo: «…el hombre de pensamiento, que constantemente por el fanatismo de la educación científica y crítica, busca las realidades a través de las apariencias, y que en el cielo solo ve una complicada combinación de gases, y que en el alma descubre una grosera función de órganos, y que sabe qué porción de fosfato de cal entra en toda lágrima, y que delante de dos ojos resplandecientes de amor piensa en los dos agujeros de la calavera que está por detrás, y que en todo sacrificio heroico, escudriña luego el motivo egoísta, y que camina siempre en busca de la ley estable y eterna, y que a cada paso pierde un sueño, y que por fin no sabe a dónde va, ni siquiera sabe quién es, no puede ser sino un triste…!»
La receta para recuperar la risa es volver a la sencillez. «Abandona tu laboratorio, entra de nuevo en la naturaleza, no te compliques con tantas máquinas (¿a qué nos suena hoy esto?), no te sutilices en tanto análisis, vive una buena vida de padre próvido que trabaja la tierra, y reconquistarás, con la salud y con la libertad, el don augusto de reír».
«Inglaterra y Francia juzgadas por un inglés» es un irónico artículo que desgrana los tópicos sobre ambos países. Está claro que el autor es muy partidario de Francia y nada anglófilo. Es muy ingenioso utilizar el punto de vista de un perro de raza carlino para examinar las diferencias entre ambas naciones, primero respecto a los cánidos y luego respecto a los humanos. Brillante.
«Una colección de arte» contiene una reflexión que comparto plenamente: «En Arte, la copiosa, exuberante, lujosa y florida fantasía cansa, se desvanece y pasa; y solo hay eternidad para la belleza pura y sencilla». Eça abandona en este artículo el tono irónico y acaba con el texto citado. Tras visitar una exposición llena de filigranas y piezas barrocas, lo que queda en su memoria son unas sencillas estatuillas de Tanagra griegas de terracota.
«Espiritismo»: aunque según el traductor Eça era muy supersticioso, en este artículo muestra un sano escepticismo ante la práctica espiritista que estaba tan de moda al final del siglo XIX.
«Los grandes hombres de Francia» es un artículo, como casi todos los de este libro, finamente irónico. Se pregunta el autor qué es un gran hombre, para llegar a la conclusión siguiente: «La única regla tal vez segura para decretar que alguien es un grande hombre será el entusiasmo de la multitud. No la popularidad—porque entonces el mayor francés del siglo XIX sería tal vez Offenbach… Ahora bien, a juzgar por la suprema voz del pueblo, el único grande hombre que Francia ha tenido en este siglo es Víctor Hugo. Puede el Estado decretar y las Academias decidir que haya otros grandes hombres. La multitud sólo conoce y acepta a Víctor Hugo. ¿Por qué? Sin duda alguna la multitud no lo sabe. Hasta admite (como afirman algunos críticos) que ella nunca hubiese leído los poemas de Hugo. ¿Qué importa? Víctor Hugo es solo para ella un nombre vago; pero un nombre vago y sublime que llena el siglo y el mundo. Que la filosofía de Hugo tuviera tanta puerilidad como su sociología, que su visión fuese descomunal y falsa, que su lirismo esté repleto de énfasis; esto reza con los críticos, con los literatos. La multitud no leyó y no desmenuzó.»
«Cocina arqueológica» llama a reconstruir la civilización grecolatina antigua mediante la resurrección de su arte culinario. Nos llega a citar un tratado de Apicio Celio sobre la cuestión. También hace referencia a Plutarco y sus Symposiacas que tratan sobre los banquetes y cuales son los temas de los que se debe hablar en los mismos. Dice sobre los romanos: «La glotonería fue entre ellos un poderoso factor social, casi razón de Estado. Catón hizo decidir la última guerra púnica, mostrando a los ojos golosos del Senado la belleza y el tamaño de los higos de Cartago». Con esta cita podemos comprobar el tono ligeramente irónico del articulista. No sabemos si habla en serio o en broma. Me inclino a pensar que lo segundo.
«En el mismo hotel» es uno de los artículos más interesantes de la colección. Está exento del característico humor de su autor. Es más bien un artículo conmovedor y emocionante. Nos cuenta el asesinato de Cánovas en el balneario de Santa Águeda y cómo convivieron en el mismo hotel el asesino y la víctima durante cinco días (de ahí el título del artículo). Tiene el acierto Eça de no nombrar al asesino con su nombre de pila: simplemente lo llama la muerte y al revolver, la guadaña. El magnicidio impresionó a nuestro autor y comenzó su artículo quejándose de que en pocos días esa muerte era una vieja noticia. Parece que escribe el artículo veinte días después del asesinato y se queja de que la estridente noticia del magnicidio caducó. Poéticamente el párrafo final nos habla de la indiferencia de la naturaleza ante la enormidad del cruel asesinato. «Entre tanto, en las quietas colinas de Santa Águeda, los pinares altos bajo el desaliento azul, no cesan su indolente y eterno rumorear; robustas vacas pacen en un prado donde un delgado arroyo relumbra y corre presuroso, y en los zarzales las mariposas en parejas vuelan deslumbradamente por encima de las madreselvas y las moras maduras…» Me recuerda al maravilloso poema de Agustín de Fox «Melancolía del desaparecer»: «Y pensar que después que yo me muera/aun surgirán mañanas luminosas…»
En «Literatura de Navidad» nos ofrece Eça una bella apología de la hoy llamada literatura infantil/juvenil, que por lo que cuenta no existía en Portugal, aunque sí en Inglaterra y Escandinavia (imagino que pensaría en Andersen).
«Afganistán e Irlanda» denuncia el imperialismo inglés (vivía en Bristol cuando redacta este artículo) en ambos territorios. Eça es un pacifista, acaba su artículo: «¡Siempre las fatales necesidades de un gran Imperio! Vuelvo a mi deseo: un huertecito, una vaca y dos palmos de hortaliza… Y una pipa: ¡la pipa de la paz!».
En «Acerca de libros» nos habla Eça de las seasons inglesas. Hay una estación para todo: para jugar al cricket, para cazar, para viajar, para hacer discursos políticos, para pescar a caña. El autor desgrana con humor cada una de estas seasons. A destacar los comentarios que hace sobre la estación de los viajes que están llenos de ironía antiinglesa: «Tenemos también la travelling season, la estación de los viajes, cuando el famoso turista inglés hace su aparición en el continente. En esta época (septiembre y octubre) todo inglés que se respeta (o que no pudiendo en su conciencia respetarse, pretende al menos que su vecino lo respete) prepara unas diez o quince maletas, y parte para los países del sol, del vino y de la alegría…Este viaje de placer lo pasa casi siempre el inglés blasfemando (mentalmente, porque ni la Biblia ni la respetabilidad le permiten blasfemar en voz alta). La verdad es que el inglés no se divierte en el continente; no comprende los idiomas, extraña las comidas; todo lo que es extranjero, maneras, toilette, modos de pensar, le choca; recela de que le quieran robar; tiene la vaga creencia de que las sábanas del hotel nunca son limpias…»
«Última carta de Fadrique Mendes» denuncia la europeización de Brasil y la pérdida de su genuino carácter por la moda de la copia de los modelos franceses. Para Eça la desnacionalización de Brasil mata la nativa originalidad. Cito: «Intelectualmente el Brasil es una colonia aún, una colonia del Boulevard. Letras, ciencias, costumbres, nada de eso es nacional; todo viene de fuera, en cajones, por el vapor de Burdeos, de suerte que ese mundo que orgullosamente se llama nuevo, el Nuevo Mundo, es en realidad un mundo viejísimo y surcado de arrugas, de esas arrugas enfermizas que a nosotros nos dieron veinte siglos de literatura».
La «Carta a Camilo Castelo Branco» desmiente las acusaciones de éste contra Don José María y sus amigos. Por lo visto, el romántico y exquisito Castelo Branco, famoso autor de «Amor de perdición» acusa a Eça de tratarle con alevosía. El realista Queirós admira a Castelo aunque le reprocha su preciosismo rebuscado: lo llama el hombre que en Portugal conoce más términos del diccionario, gran hombre del vocablo, fuerte puntal de la prosodia, restaurador del orden gramatical y arquitecto de frases arcaicas.
«El francesismo» es un larguísimo artículo casi cercano al ensayo que denuncia la enorme influencia de la cultura francesa en Portugal. Entresaco algunas reflexiones interesantes: «Más allá de Francia nada se conoce; —y es como si literariamente el resto de Europa fuese un vasto páramo mudo, bajo la bruma. de nuestra vecina España nada sabemos. ¿Quién conoce ahí los nombres de Pereda y de Galdós?… Mas, pregunto yo: este contacto con Francia, esta imitación, esta preocupación de la Francia ¿es una tendencia fatal, necesaria, de temperamento, congenialidad, similitud, a que no podemos escapar, como Dinamarca no puede dejar de imitar a Alemania, y Bélgica no se puede eximir de imitar a Francia? No creo. El dinamarqués es un alemán desteñido. La Bélgica es una edición barata de Francia. Mas no hay similitud alguna de temperamento, de índole moral entre nosotros y Francia. Nada más diferente de un francés que un portugués… El alma de un pueblo se define bien a sí misma por los héroes que escoge para amar y para rodear de leyenda. El gran rey para los franceses es y será siempre Francisco I, enorme, robusto, ligero, riendo alto, batiéndose bravamente, amando más valientemente aún, radiante, gozando ampliamente la vida, poeta en ciertos momentos, artista por ostentación y hablador eterno…Nuestro genuino héroe (y esto lo resume todo) es el poético y pensativo Don Sebastián.»
«Testamento de mecenas»: Con motivo del testamento de un Comendador brasileño que dejó a seis escritores portugueses pólizas de deuda pública, Eça reflexiona sobre el amor que tiene Portugal a sus hombres de letras. No puedo resistirme a transcribir un párrafo muy elocuente: «…Lisboa aún no se elevó, de seguro, a la comprensión de que la literatura es la mejor justificación de una nacionalidad, y muchos años pasarán antes de que crea que son sus hombres de letras los que dan a un país su posición y su valor en la civilización; que un soneto puede salvar a una nación del olvido; y que si aún hoy se habla tanto de Roma, es debido a las odas de un sujeto, que, en su tiempo, no fue senador ni banquero, sino un simple Bon Vivant que se llamaba Horacio. Mas es cierto que Lisboa ya va considerando a sus literatos como un lujo que se debe tener, algo decorativo, que va bien dentro de una ciudad, algo brillante, que destaca de la melancólica igualdad de las democracias. Su sentimiento hacia los hombres de letras es el de un burgués por los muebles magníficos de raso de su sala rica; gusta de ellos, úsalos poco y estima, sobre todo, que los demás los alaben.» Poco se puede añadir.
El artículo titulado «Las catástrofes y las leyes de la emoción» tiene igualmente un tono irónico y divertido aunque con un fondo amargo. Presenta la teoría, que puede parecer una obviedad, de que las catástrofes nos afectan en proporción a la cercanía física y emocional que tengamos con las víctimas de las mismas. Cita el refrán «ojos que no ven, corazón que no siente» muy a cuento. Irónicamente relata la lectura de un periódico lleno de descripciones de catástrofes ocurridas en países remotos y comprueba cómo el interés por esas desdichas es inversamente proporcional a la cercanía geográfica. Tras relatar varios de estos desastres, la concurrencia que escucha la lectura del periódico se sensibiliza y afecta por la noticia de la torcedura de un tobillo de Luisa Carneiro.
Los periódicos de la época y los contemporáneos toman nota de esta regla: a mayor lejanía menos interés del lector en la noticia.
En «El zar en París», la visita de Nicolás II en 1896 a París, sirve autor para contrastar los caracteres nacionales, destacando el español, con el que evidentemente simpatiza. Alaba el carácter entusiasta y vital español frente al racional, comedido y decoroso francés.
En «La sociedad y los climas» reflexiona sobre la influencia del buen tiempo en el carácter de los pueblos. Parte de la idea de Montesquieu que consideraba a los pueblos del norte con mayor fortaleza de carácter que los del sur. Entendía que el aire frío aprieta las fibras y les da mayor elasticidad y vigor y el aire cálido las relaja y hace decrecer la rapidez y la fuerza. Eça discute esta idea hablándonos de Grecia y Roma. Cito: «El suelo y la atmósfera de Atenas no mudaron desde que esa atmósfera y ese suelo criaron la raza que repelió las invasiones del Oriente, dio a la humanidad los mayores filósofos y los mayores artistas y fue la más augusta civilización. ¿Cómo sucede entonces que, en ese mismo suelo y bajo esa misma atmósfera vive y respira hoy solo un populacho ignoro, donde no hay un filósofo ni un artista, y tan flojo que no consiguió desembarazarse de sus cuadrillas de salteadores, ella que antaño sacudió como simple polvo los ejércitos de Jerjes». Me temo que esta misma reflexión se puede hacer sobre España.
El último de los artículos, una semblanza del Emperador Guillermo II de Prusia (reinó entre 1888 y 1918), que suponemos que se corresponde con el inicio de su reinado (Eça, repito, murió en 1900). Esta semblanza es más bien una caricatura bienhumorada. de este personaje, del que a mí solo me sonaba el nombre y no sabía nada (he tenido que consultar la Wikipedia), elabora un retrato ridículo y caricaturesco, que no sé hasta qué punto es justo, aunque me imagino que el personaje merece el traje que nuestro autor le hace. Por esto, sería interesante que los artículos fueran precedidos de una introducción que los pusiera en contexto, teniendo en cuenta que se trata de artículos de prensa publicados en el siglo XIX y aparecen referencias a hechos y personajes que al lector medio (que me considero) no le son familiares.
No sólo ironía hay en este artículo, también es profético, como señala el traductor. Avisa del peligro belicista de una Alemania superdisciplinada y sumisa al emperador. Esta profecía se cumplió 14 años después de la muerte del articulista. Transcribo por lo elocuentes que son algunas frases: «…desgraciadamente, plantado en el centro de la Europa trabajadora, con centenares de legiones disciplinadas, un pueblo de ciudadanos disciplinados también y sumisos como soldados, Guillermo II es el más peligroso de los reyes, porque aun falta a su dilettantismo experimentar el aspecto de la acción más seductor para un rey: la guerra y sus glorias. Y bien puede suceder que un día Europa despierte al fragor de ejércitos que chocan entre sí, sólo porque en el alma del gran dilettante el fogoso apetito de conocer la guerra pesa más que las razones, consejos y la piedad por la patria». Aquí Eça intuye no sólo la Primera sino también la Segunda Guerra Mundial.
Este artículo demuestra que nuestro autor no era sólo un excelso novelista sino también un fino analista de la política de su tiempo.
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MJMC
 16 October 2023
Este libro es una recopilación de artículos escritos con el más fino humor e ironía del genial escritor portugués, que toca temas de lo más variados y en los que muestra ser un hombre de una gran cultura, cosmopolita, inteligente, muy al corriente de su tiempo y con una gran amplitud de miras.

Me ha resultado muy ameno de leer y me ha dado a conocer un poco más al autor de la ciudad y las sierras, El primo Basilio o Los Maia entre otros.

Entre los temas tratados en los artículos:

• Una oda a la risa, que, en su opinión, con la educación y la mayor civilización se ha perdido en toda su espontaneidad por ser considerada de mal gusto, los pocos estudios antropológicos dedicados a la gastronomía en la antigüedad clásica, cuando considera que la comida define a los pueblos…

• En reiterados artículos compara las diferencias de carácter entre los franceses y españoles, como en la manera de celebrar la visita del Zar en París, mucho más comedida e incluso fría de la que tendría en España o la influencia de la cultura francesa en la literatura portuguesa. La adopción por parte de Brasil tras su independencia de hábitos y cultura europea, relegando al olvido sus propios orígenes…

• Temas históricos como el asesinato de Cánovas, el retrato de la figura de Guillermo II, el origen del terrorismo en Irlanda, el menosprecio de Montesquieu hacia los países de clima cálido, desarmando tales argumentos probando que los grandes imperios se forjaron en países al sur, Grecia, Roma, Egipto….

• Se atreve incluso con un artículo en el que nos describe su acercamiento al espiritismo.

• Artículos dedicados a la gran literatura infantil inglesa que fomenta la lectura en los niños y no los aleja como en la literatura impuesta a los niños en países como España o Portugal.

En fin, temas de lo más variado que hacen la lectura muy entretenida.
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autrera
 25 October 2023
Este libro llegó a mis manos a través de #masacritica gracias a Babelio y la editorial Gadir, que han realizado una maravillosa labor al compilar una serie de artículos y ensayos de Eça de Queirós.

Como es común en las recopilaciones, algunos artículos me atraparon más que otros. Personalmente, las críticas en "Afganistán e Irlanda", "Las catástrofes y las leyes de la emoción" y "La sociedad y los climas" fueron como destellos de luz en medio de un conjunto ya de por sí brillante, logrando ser al mismo tiempo ameno y profundo. En "Inglaterra y Francia juzgadas por un inglés," el autor nos ofrece una perspectiva singular: un perro que analiza las diferencias culturales y clichés entre dos naciones (¡qué gozada de leer!).

El libro se convierte en un viaje a través de temas que, aunque definieron una época, sorprendentemente mantienen su relevancia en la actualidad. La ironía y la observación social se mezclan en estas páginas, haciendo que la lectura sea envolvente y enriquecedora. No sólo se disfruta, sino que se aprende. Me quedo con ganas de más.
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Citas y frases (1) Añadir cita
autreraautrera25 October 2023
La sociedad tiende a estar en armonía con la naturaleza y el universal impulso tiende sobre todo hacia cosas agradables. El dolor nunca conserva allí persistencia y amargura, y para secar lágrimas no hay como el sol; una mañana radiante consuela de la mayor decepción.
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Videos de José Maria Eça de Queirós (2) Ver másAñadir vídeo
Vidéo de José Maria Eça de Queirós
O escritor Carlos Quiroga pertence a xeración que viviu o final do franquismo na adolescencia e viu mudar a situación legal da lingua na súa mocidade. Doutor en Filoloxía GalegoPortuguesa, é autor de diversas obras de poesía, narrativa, teatro e ensaio. Segundo afirma, escribe liberado de escravitudes como as da norma ortográfica oficial do Galego. Defender a unidade lingüística do galego e do portugués e aplicalo na escrita, pechoulle todas as portas na Galiza mais abriullas no mundo lusófono.
Nos últimos anos investigou sobre as orixes galegas de dúas figuras fundamentais da literatura portuguesa: Eça de Queirós e Fernando Pessoa.
Carlos recíbenos na Facultade de Filoloxia onde é profesor. Atrápanos coas suas reflexións mentres conversamos sobre a súa paixón pola escrita, o reintegracionismo e o papel que no mundo lusófono pode ter o galego.
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