Ellos

“«Hola, amor«, decía todos los días, cada mañana. Un saludo al espacio y al tiempo. Un ritual. Para no perder la práctica. Siempre era posible que, a través del espacio y del tiempo, alguien pudiera oírlo”.

No recuerdo si se lo vi a alguien o simplemente cayó en mis manos en una librería. El caso es que ha sido toda una sorpresa lo que me he encontrado con esta joya de la narrativa distópica escrita en 1977.

A través de nueve historias cortas, ambientadas en la costa sur de Inglaterra, Kay Dick nos lleva a un futuro en el que la sociedad se está convirtiendo gradualmente en algo sin sentimientos, sin arte, sin dolor y sin disfrute, sin comunicación, sin vida. «Ellos», sin gobierno, ni credo, ni piedad son la amenaza.

“—¿Y cuando todo el dolor y los sentimientos se evaporan?
—Entonces pueden salir. Están curados… de identidad”.

Los protagonistas son siempre los disidentes, que con pequeños actos individuales furtivos de desafío, de arte, de belleza, tratan de seguir adelante de forma pacífica con una vida que languidece poco a poco.

“Representamos un peligro. El inconformismo es una enfermedad. Somos posibles fuentes de contagio. Nos ofrecen oportunidades de… (…) de integrarnos. El rechazo queda documentado como una respuesta hostil”.

El narrador es uno de los que se oponen al cambio, pero nunca sabes su nombre, ni si es hombre o mujer, y siempre hay un perro, un dato curioso. Podrías pensar que es el mismo en todos los relatos, dejaré que lo averigües tu mismo.

No llegas a saber exactamente lo que ocurre, hay muy pocos datos, acrecentando el misterio que rodea todo. Pero es brutal la sensación de desasosiego que deja el final de cada relato.

Os lo recomiendo un montón. Sus apenas 140 páginas se leen en un suspiro (a mí me duró dos viajes en avión). ¿Conocíais este libro?

Bajo el título aparece un “Secuencias del desasosiego” que va como anillo al dedo a lo que nos encontramos en esta serie de relatos.

Reconozco que entré frío a estas historias, muchas incógnitas, acababa situándome con los personajes casi cuando acababa cada relato. Pero hay un nexo común, la ambientación es en una Inglaterra rural cerca de la costa, a partir de ahí empieza lo bueno.

Una sociedad en la que no se permite crear, en la que no se permite amar, sentir... donde todo se reduce a acabar con aquellos que no forman parte de ese sistema, bien haciéndoles olvidar ó directamente haciéndolos desaparecer.

En un mundo cada vez más idiotizado, donde las pantallas ocupan el lugar que antes ocupaba una vista al cielo, mojar los pies en el mar, o simplemente pasear, no dejan de ser sugerentes las imágenes que propone la autora.

Me gustaría poner corred a vuestras librerías, pero creo que esta obra es un poco café para cafeteros, aquellos amantes de las distopías y los interrogantes que quedan en el aire.

"Ellos" nos sumerge en un mundo distópico a través de nueve relatos llenos de inquietud y, como bien dice su título, desasosiego. Grupos de personas violentas quieren destruir cualquier forma de cultura, es por ello que van vigilando y atentando contra cualquiera que muestre algún vestigio de elementos artísticos o creativos. Quieren destruirlo todo, hasta los recuerdos.
Pero hay quien no se somete y, secretamente, intenta resguardar obras literarias, música, pintura y su propio pensamiento y convicciones. No es fácil, "ellos" están siempre al acecho y nunca saben exactamente de quién se pueden fiar y quién va a traicionarles.

Para mí el punto fuerte de este libro, además de su potente argumento, es la ambientación. En todo momento sientes estar envuelta en una atmósfera de alerta, de peligro constante, a pesar de tener momentos de belleza y aparente tranquilidad, siempre está el presentimiento de que algo malo va a ocurrir, de que nada ni nadie está a salvo. La autora fusiona a la perfección escenas serenas, en paisajes bellos e impresionantes, con un estado de alerta que lo cubre todo.

Me ha parecido diferente y original, porque en ningún momento nos explica cómo se ha llegado a esa situación, ni quiénes son los que acechan ni porqué motivo, los relatos son en ese sentido ambiguos y requieren que el lector vaya juntando las piezas del puzzle para comprender lo que ocurre. No importan tanto los detalles ni los pretextos sino la reflexión, el aviso de lo que podría pasar, las formas de resistencia... Es de esos libros que no te lo dan todo mascado y con el que puedes sacar tus propias conclusiones y lecturas. Eso es algo que valoro, me gusta y me parece muy interesante. Lo único que no me ha convencido del todo es que al ser relatos parecidos ha llegado un momento en que la historia se me ha vuelto algo repetitiva y en ocasiones ha pecado de demasiado ambigua para mi gusto y eso ha hecho que me costara un poco más conectar con los personajes.

En general creo que vale la pena acercarse a esta obra que fue publicada en 1977 y esta considerada como una obra maestra entre el género distópico.

"Pero ellos apenas se hablan". "No nos quitan ojo". "Lo que ellos querían era la inacción". ¿Quiénes son "ellos"? Ellos son violentos, silenciosos e intolerantes a las expresiones artísticas y a las emociones. Ellos no tienen un rostro definido y si lo tuvieran, tampoco importa. Ellos son los verdaderos protagonistas de este conjunto de relatos inquietantes que tiene como marco común las costas del sur de Inglaterra.

Estampas donde el paisaje psicológico se repite sin pudor en cada relato. ¿Son los mismos acantilados, el mismo árbol genealógico de amistad aunque con diferentes nombres, el mismo perro? ¿La misma casa con jardín que es, en diferentes versiones, víctima también del expolio de los recuerdos, el arte, la identidad?

Lo que sí que comparten los nueve relatos propuestos por la escritora británica Kay Dick es la amenaza vibrante y misteriosa de unos personajes que se ven obligados a no airear demasiado su soledad ni su trabajo artístico, si no quieren ser capturados, desmemoriados, encerrados en un cuerpo sin alma.

Pese a que es un texto que tiene muchos ingredientes interesantes, creo que se queda precisamente en un desasosiego hueco, en el que no te importa demasiado qué les ocurre a los personajes de cada historia.

No hay explicación sobre cómo surge esa terrible amenaza en un lugar tan remoto, ni se expone mínimamente cómo surge esa corriente destructora de la cultura. Así como tampoco hay una línea argumental que seguir más allá de una espiral que se repite: ambientación sensorial, personaje solitario que recibe la visita de amigos que huyen, vigilancia, sospecha y una mínima dosis de suspense que desemboca la mayor parte de las veces en un final amargo.

Creo que la atmósfera distópica (y en ocasiones angustiosa) del texto es una premisa lo suficientemente poderosa para tener al menos la curiosidad de leerlo, pero yo esperaba algo más, no sé si más concreción o, por el contrario, más desarrollo en cada relato.

Lo que sí sé es que la sensación que deja esta lectura es ambigua, difícilmente resumible. ¿Ventaja o barrera para acercarnos a ella?
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Una breve distopía con reflexiones muy interesantes y aterradoras sobre un futuro demasiado cercano. Un libro original, con diferentes historias que reflejan una misma realidad pero que me ha dejado con una sensación agridulce.

Kay Dick fue una carismática escritora y editora británica del siglo XX —de hecho, fue la primera mujer en dirigir una editorial inglesa: P.S. King & Son—. “Ellos” (1977) se erige como una de sus obras más representativas; un libro que cayó en el olvido hasta que ha sido redescubierto y que nos llega traducido al español recientemente de la mano de Automática Editorial.

“Ellos” ofrece una lectura fragmentada que nos sumerge en pequeños universos en los que la angustia traspasa las páginas y llega hasta nosotros como reflejo de diversas ideas relacionadas con la censura, el ataque a las manifestaciones culturales y el peligro que representan aquellas “ovejas descarriadas” que resisten ante la crueldad y brutalidad de los que no tienen nombre porque están vacíos. Ellos son la nada, la nada que pretende engullir el conocimiento, la independencia, el arte y la belleza.

Me ha gustado mucho la habilidad con la que la autora transmite la angustia de los personajes, de todos los que no se conforman y lo arriesgan todo por respirar. Porque la literatura, la música y la pintura nos permiten respirar. Se trata de una novela misteriosa y enigmática que, sin embargo, me ha dejado con un sentimiento extraño, como si hubiese esperado más en cuanto a su desarrollo. La ambientación es brillante pero los hechos se vuelven reiterativos y me he sentido como atrapada en un bucle monótono que me ha sabido a poco.

No obstante, creo que las premisas que vertebran cada uno de los capítulos tienen mucho potencial y nos presentan una realidad perturbadora que nos sacudirá por dentro. No se trata de ninguna minoría autoritaria sino de una masa sustentada en la ignorancia y en el poder manipulador de la prensa y la televisión. ¿Os suena de algo?

A veces, llega a tus manos un libro que describe demasiado bien el momento que estás viviendo, a pesar de que esté escrito en otro tiempo. "Ellos. Secuencias del desasosiego" parece escrito ayer mismo, pero es una obra de 1977. Los relatos de este libro se entremezclan en mi cabeza con las noticias de la censura cultural por parte de la ultraderecha. Ellos empiezan así, de eso no hay duda. Atacan la cultura y el arte porque es donde se construye lo simbólico, desde donde el discurso cala, porque es donde se imagina la posibilidad de existir de otras formas, de vivir de otra manera. Se empieza por atacar la capacidad de imaginar. Y luego le sigue todo lo demás.

En esta serie de relatos, de secuencias del desasosiego, Kay Dick nos habla de un Ellos que está por todas partes, de forma silenciosa, acechante. Un Ellos que, poco a poco, destruye obras, se lleva todos los libros, arranca las dedicatorias de quienes te los regalaron, aísla a quienes se aman y a quienes sufren por la pérdida. Corta manos y lenguas, destroza ojos y oídos, e, incluso, ataca los recuerdos para que no quede nada. Para que la capacidad de imaginar, de resistirse a esa opresión omnipresente quede mermanda, destruída.

Y la autora también habla aquí del peligro del conformismo, de quedarse quieto frente a esta amenaza, de quienes se vuelven colaboracionistas para salvar su propio pellejo o para sacar un rédito de ello. Pero también habla de la resistencia posible, aunque sea pequeña, aunque pueda parecer silenciosa, pasiva. Ese "hola, amor" que se pronuncia todos los días, para no perder la costumbre. Esos paseos en los que se se intenta recordar la obra de las autoras perdidas, para que sus palabras no se borren del todo. Ese intento de traspasar el conocimiento a escondidas a quien es más joven y quizás pueda preservar algo de lo que se ha destruído.

No se me ocurre un libro mas pertinente para el momento que estamos viviendo. Y para que no se nos olvide todo lo que podemos perder si Ellos avanzan.