Y con la transfusión que tuvo lugar a través de esa larga mirada de veinticuatro horas la conexión que se había roto sanó, pero como todas las heridas que sanan, dejó una cicatriz.
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Y con la transfusión que tuvo lugar a través de esa larga mirada de veinticuatro horas la conexión que se había roto sanó, pero como todas las heridas que sanan, dejó una cicatriz.
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-Se diría que dentro de Adeline hay una especie de neblina, una neblina que la separa no solo del resto de la humanidad, sino de sí misma. A veces la neblina se hace más tenue y a veces se disipa del todo y aparece otra Adeline. Después la neblina regresa y Adeline vuelve a ser la de antes.
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Dudo que se conozca a sí misma. La mayor parte del tiempo actúa dominada por impulsos donde no parece existir un factor consciente.
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¿Qué auxilio, qué consuelo brinda la Verdad en comparación con un relato? ¿Qué tiene de bueno la Verdad a medianoche, en la oscuridad, cuando el viento ruge como un oso en la chimenea? ¿Cuándo los relampagos proyectan sombras en la pared del dormitorio y la lluvia repique Tea en la ventana con sus largas uñas? Nada. Cuando el miedo y el frío hacen de ti una estatua en tu propia cama, no ansíes que la Verdad pura y dura acuda en tu auxilio. Lo que necesitas es el mullido consuelo de un relato. La protección balsámica, adormecedora, de una mentira.
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Todos tenemos nuestras aflicciones, y si bien el perfil, el peso y el tamaño del dolor son diferentes para cada persona, el color del dolor es el mismo para todos.
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Todo el mundo tiene una historia. Es como la familia. Quizás no la conozca, quizás la haya perdido, pero no puede decir que no tiene. Lo mismo sucede con las historias.
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Eran dos seres mutilados, mas no les faltaba un miembro, sino el alma.
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Tú estás viva; pero estar viva no es lo mismo que vivir.
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Cuando no somos nada, inventamos. Llenamos un vacío.
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Nos acostumbramos tanto a nuestros propios horrores que olvidamos el efecto que pueden tener en otras personas.
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?