Todo el mundo tiene una historia. Es como la familia. Quizá no la conozca, quizá la haya perdido, pero así y todo existe. Puede alejarse de ella o darle la espalda, pero no puede decir que no la tiene. Lo mismo sucede con las historias.
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Todo el mundo tiene una historia. Es como la familia. Quizá no la conozca, quizá la haya perdido, pero así y todo existe. Puede alejarse de ella o darle la espalda, pero no puede decir que no la tiene. Lo mismo sucede con las historias.
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Como le ocurre a mucha gente solitaria, mis sentidos perciben intensamente la presencia de otras personas.
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Una conversación ligera, insustancial, generada para mantener el silencio a raya; el silencio donde moraban sus demonios.
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¿Qué es lo que permite a los humanos ver más allá del fingimiento del otro?.
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Nos acostumbramos tanto a nuestros propios horrores que olvidamos el efecto que pueden tener en otras personas.
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Mi ignorancia es más vasta que el océano.
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Se podía escuchar el poder de su cerebro en su voz, que era queda pero rauda, con facilidad para encontrar las palabras justas para la persona justa en el momento adecuado. Su inteligencia se advertía en los ojos: castaños y muy brillantes, como los de un pájaro, observadores, penetrantes, coronados por unas cejas fuertes y cuidadas.
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Los ojos espantados, los brazos magullados, los muslos ensangrentados, eran borrados de su memoria en cuanto se volvía.
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Imagínate que sobrevives a un terremoto y al recuperar el conocimiento te encuentras ante un mundo irreconocible. El horizonte ha cambiado de lugar. El sol tiene otro color. Nada queda del terreno que conocías. Tú estás viva; pero estar viva no es lo mismo que vivir.
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-Solo determinadas mentes, señorita, pueden ver cosas que no existen. Soy un tipo sensato. Donde no hay nada que ver, no veo nada
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?