El único placer de la vejez consiste en la memoria, esa suerte de distancia que nos permite recuperar sólo un ínfima parte de las cosas que creíamos eternamente vivas.
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El único placer de la vejez consiste en la memoria, esa suerte de distancia que nos permite recuperar sólo un ínfima parte de las cosas que creíamos eternamente vivas.
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Por un conocido proceso de resignación y acatamiento, cada vez experimentaría con menos intensidad la diferencia que va de la cosa a los signos que la representan.
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" No son nuestras habilidades las que muestran cómo somos, sino nuestras elecciones”