Julio Cortázar y Cris

Los cronopios cuando se encuentran se reconocen. Julio y Cris tuvieron la suerte de compartir cafés, dinosaurios, cartas, poesías, tiempo relativo, amistad incondicional, humor y complicidad: “Al llegar al corazón el tiempo no puede ya medirse, y en la infinita rosa violeta del centro el cronopio encuentra un gran contento".

Julio no murió de cáncer, sino de sida, como Carol Dunlop. Esta es la principal aproximación de este libro que recoge 15 años de amistad íntima entre la uruguaya y el argentino, escrito con una prosa grácil, que transmite el aliento de Julio en cada página y que es un retrato personal del autor de Rayuela, leemos a Peri Rossi y al mismo tiempo, entre líneas, leemos a Cortázar. Peri Rossi reconoce que Aurora Bernárdez "lo cuidó durante los últimos meses y a la que él nombró su albacea", que Cortázar le escribió a ella por primera vez tras leer el premiado "El libro de mis primos", explica cómo el exilio posibilitó su encuentro con Cortázar, comenta su viaje de Barcelona (donde trabajaba en Lumen) a París para pasar su primera semana con Cortázar, indica su fascinación por los caleidoscopios y su curiosidad por las "disciplinas oscuras", rememora el gusto de Cortázar por el boxeo y la novela rosa, menciona que Cortázar se hospedó en los hoteles barceloneses Colón y Cristal, así como la desoladora impresión de su primer viaje a España en 1945, la fascinación de Cortázar por "esas raras geometrías de Gaudí", confirma el apoyo económico de Cortázar al gobierno de Daniel Ortega, relata sus estancias en Deia con Bud Flakoll y Claribel Alegría, los celos enfermizos de Ugné Karvelis y concluye el libro con textos escritos tras la muerte de Julio, que tanto le costó asimiliar. Un libro entretenido, que muestra sentimientos más que reflexiones literarias, que muestra más a la persona que al afamado autor.