Claudine casada

Esa necesidad suya de reafirmarse viciosos y muy modernos, común a los dos, a mí me confunde. Sin embargo, hago lo que hace Rézi y no me siento viciosa

Me contemplo en el amplio y bien situado espejo, orgullosa de mi esbeltez musculada, de mi gracia más de muchacho y más exacta que la de Rézi

Quisiera cortar con mis dientes su lengua afilada, quisiera amar a una Rézi muda, dócil, perfecta en su silencio iluminado solo por miradas y gestos

Quisiera que ella estuviera triste, como yo; como yo, recogida y temerosa ante los minutos que se nos escapan; que por lo menos me dejara con mis recuerdos. Ahora está deliciosamente bonita. Hace poco era apasionadamente bella.

La tengo contra mi corazón, y a lo largo de todo mi cuerpo. Sus frescas rodillas me tocan, las pequeñas uñas de sus pies me arañan con delicia.

La alegría, la certeza de Rézi, engalanada con su blancura y sus perfumes, el alivio del feo secreto confesado, no me impiden lamentar otro infortunio. ¡Oh, querido Renaud, cuánto te habría amado ante una seca y regañona negativa!

Soy deseada, sí; pero, ¡ay!, no es resultado de mi táctica

No debiste hacerlo si no podías apagar todos los días mi sed de ti

Para Renau, el adulterio es una cuestión de sexo

No se mueve. Pero su nuca me envía su perfume, sus mejillas ardientes me caldean y, contra mis rodillas, noto la forma de sus senos