Veo en todo esto el castigo de los perversos, pero no hallo consuelo alguno para sus desdichadas víctimas.
|
Veo en todo esto el castigo de los perversos, pero no hallo consuelo alguno para sus desdichadas víctimas.
|
El orgullo es el enemigo de la felicidad.
|
El hombre goza de la felicidad que experimenta y la mujer de la que procura.
|
Ella se dejó caer en mis brazos, y sus lágrimas volvieron a correr. ¡Oh dios¡, ¡qué hermosa estaba!. Si la Magdalena era así, debió ser mucho más peligrosa como penitente que como pecadora.
|
¿Aún no habéis advertido que el placer, que en realidad es el único móvil de la unión de los sexos, no es suficiente, sin embargo, para establecer un vínculo entre ellos?
|
¡Estoy furiosa!… ¿No adivináis todavía? ¡Qué espíritu más torpe! ¿Le habéis perdonado la aventura con la intendenta? ¿Y yo? ¿No tengo yo más razones para quejarme, monstruo? Pero calma; la esperanza de vengarme tranquiliza mi alma.
|
Mientras que usted, manejando con destreza las armas de su sexo, triunfaba mediante la astucia, yo, devolviendo al hombre sus derechos imprescriptibles, subyugué mediante la autoridad.
|
La humanidad no es perfecta ni en el bien ni en el mal. El malvado tiene sus virtudes, así como el hombre honesto tiene sus debilidades.
|
Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises