Pero cuando hubieron concluido mis reflexiones y levanté la vista y descubrí que había caído la tarde y ya había avanzado la noche, hice otro descubrimiento: a saber, que había sufrido en aquel intervalo un proceso de transformación; que mi mente había desechado todo lo que había tomado de la señorita Temple, o, más bien, que ésta se había llevado consigo toda la atmósfera de serenidad que yo había estado respirando cerca de ella, y que me había quedado ahora en mi elemento natural y empezaba a sentir el despertar de emociones antiguas. No era como si me hubieran retirado un apoyo, sino más bien como si hubiera desaparecido una motivación; no era que me faltase la capacidad de estar tranquila, sino que ya no tenía una razón para estarlo.
|