[...]; mi vida actual pertenece a otro, yo soy un sustituto, un suplente, una sombra, un fantasma. No debo sentir nada, manifestar nada. No debo pensar, sino aceptar lo que llegue sin preocuparme. Me repito a mí mismo: no soy yo, no soy yo. Paso la mano por mi cráneo rapado donde se han formado unas costras de sangre. Pobrecillo, qué carnicería le han hecho. Ya está, ya no hablo de mí, soy otro, la mano deslizándose por la cabeza al cero no es la mía, ni la cabeza tampoco. Me estoy alejando de mí, navego, zozobro, voy a la deriva, hacia otras aguas, ya no estoy aquí, interpreto una farsa, un drama en el que más vale reírse, y corro y me empeño en abandonar esta piel que se resiste.