O lo uno o lo otro

Salpicada de maravillosas citas y referencias literarias, la historia de iniciación de Selin se va entrelazando con las tesis de Kierkegaard, los pasos de la Nadja de André Breton en París, los amores de Swann, las desventuras de Tatiana en Eugene Oneguin, o el complejo destino de Isabel Archer en Retrato de una dama. Y en este ir y venir entre las palabras y las experiencias, O lo uno o lo otro nos revela como, una y otra vez, arte y vida se reflejan, contradicen y contaminan, tramando nuestro aprendizaje. La protagonista y narradora de esta novela es una estudiante que, hija de un matrimonio de médicos turcos, ha nacido en Nueva Jersey y accedido a una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, para admiración de su familia en Ankara. Inteligente en sus reflexiones y torpe en sus acciones, Selin es una apasionada de la literatura que intenta comprender el mundo de las relaciones a través de sus lecturas, pero no está muy convencida de que su propia vida, salpicada de fracasos, pueda convertirse algún día en materia literaria. Descubrirlo ya es turno del lector.

Leer la segunda novela de Elif Batuman ha sido como abrir con voracidad un álbum de recuerdos, con la esperanza de encontrar algo que conecte con la experiencia del pasado; con la simpleza de las emociones que puede transmitir una novela que no aspira más que a entretener.

Estoy ante una de esas encrucijadas en las que soy consciente de que no es una buena novela (aunque habría que intentar definir entonces cuál lo es y en base a qué criterios), pero no puedo evitar poner en una balanza (más sentimental que física) sus pros y contras y, aun así, continuar posponiendo el veredicto.

Inconexa por momentos, abrupta en otros, casi como leer un diario que es, en suma, la historia a trompicones de uno mismo. O lo uno o lo otro es el relato del segundo año de Selin en Harvard, la eterna dicotomía entre la estética y la ética, el eterno conflicto entre un cuerpo que despierta a la sexualidad y una mente que se empeña en preguntarse el porqué de todo.

Ese punto esnob que ya encontrábamos en La idiota se ve superado por el terrible humor norteamericano y las múltiples referencias y comparaciones con otros países, en especial con Turquía.

Pero si en algo es interesante precisamente ese punto es en las continuas referencias literarias y culturales, casi un continuo murmullo que dota, al menos para mí, de interés a las anodinas situaciones que se van sucediendo.

Si tuviera que echar la vista hacia atrás, no podría señalar el instante preciso en el que sucede, pero la novela se vuelve absurdamente delirante y solo permanezco atada a ella porque su protagonista me resulta tierna, inocente e inesperadamente familiar en muchas de sus reflexiones.

Pero… ¿puede sostenerse un texto solo por su protagonista?

En resumen: si ya leíste La idiota y sentiste que algo faltaba por saber, puede que esta segunda novela responda a algunos de los interrogantes y produzca otros, pero al menos te permitirá pasar unas horas más en el idealizado universo de la juventud norteamericana.

En cambio, si es la primera vez que escuchas hablar de esta autora y sus novelas, al llegar a este punto puede que tu balanza ya se haya decantado hacia uno de los lados.

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