Invierno

Hay que aprender a amar el frío, el invierno. Si amas la tierra, el paisaje (si de verdad amas la tierra), puede que descubras que eres capaz de amarlos, sobre todo, en invierno.

En este lugar, nadie pide nada. Ni que te digan qué hora es, ni que te ayuden a construir tu casa, ni que te remolquen si te quedas atascado. Esto no quiere decir que tales cosas no se ofrezcan, pero aquí los fundamentos de la comunicación (las palabras) no han evolucionado, aún no, al ser tan grandes las distancias y tan pocas las personas, y espero que no pase nunca. Las acciones, y no las palabras, son la forma de comunicarse.
(...)
Es una tierra de mudos, de gente que hace cosas, pero no las dice.

"Todo lo que he aprendido hasta ahora estaba mal. Voy a tener que empezar de cero."

"Era como marchar a la guerra o enamorarse, o despertarse de un sueño maravilloso o tener uno: vadear el agua fría un día de otoño."

No sé cómo escribir sobre este lugar de forma ordenada, porque estoy descubriéndolo al tiempo que escribo.

Esta acumulación de rabia no es una buena costumbre, pero no puedo hacer nada al respecto, excepto pelear o huir. Así que huyo.

Esta tarde estuve un ratito en el bosque, en camiseta, y dejé que la nieve me inundara.

Anoche hacía frío en la casa. Nos quedamos dormidos en el suelo, delante de la chimenea, calentitos después del urogallo al limón (jugoso y con mucha grasa), arroz sucio, pan casero, patatas al horno y la última lechuga de la temporada.

Una anciana a la que todo el mundo llama Yaya lleva viviendo aquí toda la vida. Ochenta años en Yaak. A saber la de cosas que se ha perdido. Pero a saber la de cosas que ella ha visto y al resto del mundo se le escaparon.

"Me estoy alejando de la raza humana. No quiero sonar grosero, pero me está gustando."