No somos dueños de nuestro destino. Sólo tomamos decisiones, caminos nuevos en un laberinto tan infinito como nuestras dudas al respecto del sentido de la vida.
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No somos dueños de nuestro destino. Sólo tomamos decisiones, caminos nuevos en un laberinto tan infinito como nuestras dudas al respecto del sentido de la vida.
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No suele haber más consuelo para el remordimiento que el perdón de nuestros propios errores.
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Cuando el dolor te perfora, aprendes a contener la tristeza.
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Solo los que han perdido a alguien saben que la locura se torna cuerda en el vacío de la ausencia.
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La vida, lo queramos o no, pasa casi siempre por encima de nuestra voluntad.
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Cuando el dolor aprieta, la razón desea huir para dar paso a la enajenación.
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Los años rompen el mito y nos muestran la cruda realidad de lo que somos y lo que fuimos.
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Los que comenzamos a mirar a la muerte de cara sabemos lo importante que es marcharnos con los deberes hechos.
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Todos cometemos errores, pero los peores se guardan en silencio.
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Cuando la vida nos abre puertas que llevaban tiempo cerradas, no volvemos a ser los mismos.
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"Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo" ¿El personaje de qué libro está hablando?