(…) No era reacia al amor, sabía que existía, pero no iba a permitir que una emoción que embotaba tanto la razón le nublara el juicio. Colin McCrae no era más que una cara bonita y un conversador perspicaz. En otras circunstancias, tal vez consideraría el beneficio de aquellas cualidades. Pero las circunstancias eran las que eran y lo convertían en un mero incordio. Y en una distracción. Debería estar pensando en lord Ashcombe, no admirando lo bien que le quedaba aquel abrigo al señor McCrae. |