Para mí los cuadros tienen una vida mientras estamos en el museo y otra diferente cuando se quedan a solas.
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Para mí los cuadros tienen una vida mientras estamos en el museo y otra diferente cuando se quedan a solas.
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Volveremos a los jardines, a las tiendas , a las conversaciones. Volveremos a admirar los cerezos en flor que nos descubren cada año que la primavera siempre termina por llegar, aunque me adentraré también en el otoño, el verano y el duro invierno.
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Poco queda en este lienzo del chico que se pintó en 1628 con el pelo enmarañado, joven y dispuesto a comerse el mundo. El tiempo pasa, la vida pasa. O mejor el tiempo y la vida te pasan... por encima.
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Una obra de arte concluye siempre en los ojos del espectador, que termina dotándola de sentido, a veces alejado del que pretendió el propio artista, otras veces coincidente y, seguro, casi siempre sugerente.
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En este viaje confirmaremos también algo que es sabido: el devenir real de un cuadro es esclavo de la época en la que se pintó. Siendo esto una obviedad, si lo analizamos tiene más importancia de la que creemos. Los ojos de hace uno o dos siglos no son los ojos de ahora, no los de ahora serán los de dentro de doscientos años. Lo que puede parecer una nimiedad a nuestra mirada, quizá supuso una condena en el siglo XVI o, sin ir tan lejos, a principios del siglo XX. La forma de pensar influye en el pensamiento final y hay casos en los que el artista se ve obligado a cambiar algún detalle por la presión de una sociedad vigilante. Y no hablamos de censura, hablamos de maneras de mirar, del desprecio de esas miradas ante lo que ven.
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El arte es una celebración. Un cuadro no acaba en lo que encierra su marco, un cuadro vive antes y después de que lo miremos. El marco lo acota y nosotros debemos cruzar esa frontera para hacer que su existencia siga saltando siglos y vidas, y se renueve con cada mirada. Cada cuadro es un cuento, una novela, un relato, y eso he pretendido reflejar en estas páginas: romper el marco y expandir el lienzo hasta donde sea posible
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[...], siguió apostando por un hombre que decidió que el mejor camino para pasar a la historia era saber hacer buen uso de la cesta de la compra y engañarnos a todos.
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¿Dónde está la libertad de un artista si ya desde joven se pone límites?
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No hay nada peor para una sociedad que un pasado derrotado, un presente cabizbajo y un futuro dormido.
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Un cuadro siempre termina en los ojos de quien lo mira.
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Escribió un libro titulado "De lo espiritual en el arte"