(...) siempre decía cosas así, como al pasar, para que quedara claro que detrás de lo que decía había un pensamiento profundo, uno que su interlocutor tenía que poner trabajo en desentrañar.
|
(...) siempre decía cosas así, como al pasar, para que quedara claro que detrás de lo que decía había un pensamiento profundo, uno que su interlocutor tenía que poner trabajo en desentrañar.
|
(…) hasta hoy me acuerdo de lo que se sentía caminar detrás de ella y no sentirse triste de no ser la importante, sino importante de ir a la sombra de alguien que veía en ti lo que nadie.
|
(…) porque soy incapaz de dejar de cuidarlo, o de dejar pasar la oportunidad de que me deba un favor.
|
Ése es el precio de vivir con alguien, de estar dizque enamorado: tener que lavar un vaso sólo para ganar el pleito de la mañana, un pleito que sólo es pleito entre esas dos personas dizque enamoradas. Y sí, en algún rincón oscuro de sus cabezas saben que no pelean por el vaso, sino por las mil erosiones que los mil vasos y las mil discrepancias en la manera en que crecieron y vivieron antes de crecer y vivir juntos van acabando con las entrañas del otro. Pelean por todas las cosas que se saben entre dos, pero no se pueden articular y no se incluyen en las explicaciones que das cuando la amiga de tu amiga pregunta qué pasó. Pequeñas grandes erosiones que terminan por desaparecer el pedazo de tierra en que habían clavado su bandera y declarado su espacio. Un espacio en guerra fría donde los dos dan y dan; y cambian y cambian; y hacen por el otro y hacen por el otro; y obligan al otro a hacer por ellos.
|
Decirme descuidada si soy la que lo cuida desde que se enamoró de mí y se dejó arrastrar a lo único que yo he querido hacer y él hubiera podido evitar: volverse un adulto.
|
Veníamos de una fiesta de disfraces, cosa ideal, dado que andábamos en el esfuerzo de parecer puras cosas que no éramos, felices para empezar, ¿por qué no agregarle una capa y una máscara a la simulación?
|
Lo conocía. Lo conozco porque no se me va de la frente y que me pregunten por él me crea un hueco en ese lugar que las viudas se tapan con las manos cuando les hablas del pasado. Pero en la realidad de la calle y de la rutina, no sé de él.
|
Pero sí lo conozco, como si nunca se hubiera ido, porque me quiso tanto y fuimos tan del otro como ahora somos del espacio en el que nos olvidamos.
|
(…) lo conozco o, bueno, lo conocí, no sé del presente. No me acuerdo en qué tiempo, pero en uno pasado, era el amor de mi vida, el viejo de mi vejez, el papá de los hijos que no tengo. Era el agua de mi propio aliento, y la memoria que tiene mi piel —entre el cuello y el pecho— lo guardó tan cerca que puede sentir sus dedos recorriéndola.
|
A veces lo que hay al final de la caída sorprende para bien.
|
Gregorio Samsa es un ...