Conocí a este autor gracias a mi vecino, que me prestó otras obras suyas como “El perro enamorado de las estrellas” o más recientemente “El chico y el perro”. Sus obras se caracterizan por una sensibilidad especial y una cierta tendencia a la ternura dramática, vamos, que sabe cómo hacer salir la lagrimita. Pino es un robot de forma humana que recibe su nombre de su inteligencia artificial, la más avanzada del mundo en el momento de su creación. El primer Pino al que conocemos trabaja para una farmacéutica en un edificio aislado del mundo, tan solo mantenido por robots. Su tarea consiste en criar animales en los que posteriormente tendrá que testar medicamentos. Conocemos su historia gracias a la empleada encargada de su supervisión, que trabaja desde Tokio, y que ha seguido su evolución a lo largo de los años. En el momento en que se aprueba la ley que prohíbe la experimentación con animales se activa el protocolo de destrucción del módulo mantenido por Pino y todo lo que hay en él. El robot es el encargado de llevarlo a cabo, pero antes de acabar con todo se salta todos los protocolos salvando a los animales que aún estaban vivos. Este hecho provoca gran debate y se decide retirar las unidades de Pino que continúan activas por considerarlo defectuoso. Pero hay un investigador que cree que esto demuestra que Pino es un robot capaz de tener alma, lo cual implicaría un serio dilema en cuanto a su destrucción. de su mano conocemos las historias del Pino encargado de dar clases particulares a un niño, el utilizado para desactivar minas, el que trabaja en una fábrica cultivando plantas y, sobre todo, el que cuida a una señora mayor que, tras la muerte de su hijo, estuvo en coma durante años. Por lo que recuerdo de las obras anteriores del autor, creo que esta ha sido mi favorita. Por un lado por la temática, que va de lo sencillo (el día a día del robot con la anciana) a algo tan complejo como el debate sobre la ética de la inteligencia artificial, y por otro porque es imposible no enternecerse con la evolución del robot Pino. ¡Hacía tiempo que no se me saltaban las lágrimas leyendo! + Leer más |