Tras su iniciática "Okela" Pedro Santamaría publicó esta, su segunda novela, allá por 2012. Nuevamente el autor recurre a un personaje espartano, el mercenario Jantipo, contratado por Cartago para liderar un ejército debilitado y defender el avance de Marco Atilo Régulo, cónsul enviado por Roma en lo que fue la primera incursión de los "hijos de la loba" en tierras africanas. I guerra púnica, estamos en el año 256 antes de que cristo pudiera lucir gorro (dicen las malas lenguas que luego lo perdió) y todo ha de decidirse en la batalla de Bragadas. Hay un paralelismo incuestionable entre Jantipo/Régulo y Aníbal/Escipión. La segunda pareja es harta conocida, en cambio, los protagonistas de esta novela han sido relegados al olvido. Ambos son grandes generales, su nobleza y honor están por encima de cualquier circunstancia, incluida la guerra y si no hubieran sido rivales, serían, sin duda, grandes amigos. Las espadas están por todo lo alto y la épica servida. Ya es cuestión de sumergirse en la prosa del Cántabro y que, pasiones, intrigas, lucha, sudor, sangre y muerte salpiquen sin descanso al entregado lector. De capítulos cortos y directa al grano, El águila y la lambda cuenta con otros ingredientes y un invitado de excepción. Almícar Barca, joven soldado cartaginés a las ordenes de Jantipo. Más tarde se convertirá en general y amargará la vida a muchos romanos. Incluso tendrá un hijo que cruzará los Alpes en pleno invierno con sus elefantes. Pero eso es otra historia que un tal Posteguillo cuenta de maravilla. Volviendo a Cartago, los sufetes llenos de envidia y desconfianza contarán con los servicios de Arishat, bella cortesana, experta en artes amatorias y personaje que al principio no me gustó demasiado. Su misión, complacer al espartano, que parco y en taparrabos, desesperará a nuestra ninfa, cosa mala. Durante la narración la única actriz crece, y con ello también me convence. Pese a ser una obra breve (315 páginas) Santamaría deja poco en el tintero, regalándonos un pasaje de sacrificios de neonatos como testimonio de las atrocidades cometidas a mayor gloria de un dios. Elefantes, arengas, batallas, codicia, senadores y cónsules que difaman a quienes se dejan la vida por sus ciudades y dos personajes traicionados por sus estados, tan nobles como perseguidos. Eléctrica, excelentemente ambientada y con unos actores perfectamente definidos, el relato es un caramelito digno de ser saboreado. Sin duda el mayor acierto de Pedro Santamaría fue seguir escribiendo, pues lo hace de maravilla. Querido Pedro, nos leemos en Peña Amaya a no mucho tardar. + Leer más |