Un relato hilo-idealista, una alegoría, una farsa, una narración ligera y gozosa en la que, como es tan frecuente, lo que sucede no puede ni debe ocultar el trasfondo: la broma brilla sobre la tremenda sombra. Mr. Wilde era un esteta, eso hemos oído demasiadas veces; dejadme traducirlo: el señor Wilde sabía lo que valía la pena, ¡tanta pena!: no son las posesiones materiales lo que va a hacer nuestra vida, si no el goce de vivir y, especialmente, la compasión, el sentir con los demás. Puede que haya, y los hay, productos que la tecnología fabrica para cualquier menester, para borrar las manchas de sangre y engrasar las cadenas para que dejen de gemir a medianoche; puede que los disfraces e invenciones, las formas del arte antiguas, vayan perdiendo su deslumbramiento y su fuerza y se replieguen ante el ímpetu de la savia nueva de las jóvenes ramas del nuevo mundo. A mí me gusta especialmente que este libro adopte un tono tan ligero y jocoso para tratar esa doliente lucha entre la tradición y la novedad, entre el Arte y la técnica. El insuperable escritor irlandés va desgranando sus retruécanos, sus felices hallazgos, sus hilarantes enumeraciones como si de sus felices comedias se tratara; nosotros vamos alegre y grácilmente leyendo tan inspirada, tan inmortal (¡ay!) historia. + Leer más |