El verano que empieza de Sílvia Soler
Llegó como llegan las olas, suavemente pero sin que nada pueda detenerla.
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El verano que empieza de Sílvia Soler
Llegó como llegan las olas, suavemente pero sin que nada pueda detenerla.
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El verano que empieza de Sílvia Soler
Se emocionó estúpidamente al ver que las costumbres se convierten en tradiciones y que se heredan como se heredan los libros y las casas.
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Nosaltres, després de Sílvia Soler
De vegades, l’enamorament és una claror sobtada que trenca la foscor, un llampec enmig de la nit, però no sempre. Hi ha amors que es van teixint a poc a poc, discretament, ara un gest inesperadament tendre, ara una confessió que fa de bon escoltar, ara un moviment despistat de la mà d’un que frega la pell del braç de l’altra.
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Nosaltres, després de Sílvia Soler
Les fotografies fixen instants, però no poden atrapar les olors ni les rialles, ni l’amor ni l’harmonia perfecta d’un moment. Provoquen, això sí, una gran enyorança: érem tan feliços que no podíem imaginar els dolors i les tristeses que ens esperaven amagats al calendari. A partir de certa edat, mirar àlbums de fotos és un esport de risc.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Todos lo tenemos cerca, pero hay quien no puede apartar la mirada del precipicio, mientras que los demás solo de vez en cuando pasean por él la vista, como para calcular su profundidad. Hay algunos espabilados —o cretinos— que no se lo plantean nunca.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
La idea surge normalmente de forma espontánea. Siempre con un lápiz y un papel cerca. Camino por el bosque, cruza un claro o lee una buena novela antes de dormirse, o pasa un rato en la playa pensando en los niños, en la familia, en los amigos, en todo lo que ha dejado en casa.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Nos acercamos a la gente que sufre, buscamos palabras de consuelo o admitimos que no las tenemos, los abrazamos, pero todos sabemos que el dolor, esa mezcla de tristeza y de miedo, se espesa a medida que van pasando las horas y, cuando te das cuenta, se ha vuelto duro como una piedra y ya no hay como partirlo y, por tanto, tampoco de compartirlo.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
A cada uno la vida había ido cargándonos la mochila. Aunque todavía sentíamos que formábamos parte de un todo, nos ardían los arañazos que habíamos ido recibiendo a medida que avanzábamos por un camino cada vez más lleno de zarzas.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Tan cerca como antes, cuando erais un grupo de cinco que se enamoraba de la imagen que, juntos, os devolvía el espejo.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Esta amistad nos hace más fuertes, es más fácil y seguro ir por la vida si tienes dónde agarrarte. Quizá sólo se necesaria nuestra voluntad, nuestro deseo, para que el castillo se mantenga en pie.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
La única certeza, transcurridas más de dos décadas desde los años de facultad, era que aquella amistad había cogido cuerpo año tras año, quizá día tras día, y que, en la vida de esos cinco adultos, representaba ahora un lugar donde encontrar cobijo, una tabla de salvación en momentos de oleaje, un cómodo y protegido lecho donde acurrucarse. Les parecía, a cada uno de ellos y también a quienes los contemplaban desde fuera, que podía resistirlo todo.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
¿Cómo podemos haber conocido y querido a alguien durante tantos años, considerarlo un amigo de los de verdad, pensar que lo conocemos hasta la médula y, un día, después de tanto tiempo, verlo enfocado bajo una luz distinta, más fría e implacable?
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Ser un artista debe de ser eso: creer firmemente en tu arte, pensar que tu contribución es única y que, por tanto, merece la pena.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Es casi imposible que una crítica negativa no nos afecte. El artista se deja la piel en la obra que crea. Y después, cuando tiene el alma en carne viva, pretendemos que sea objetivo y abierto, que reconozca sus errores, que acepte los reproches y las dudas.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Querer a alguien, tener amores en común, es algo que une mucho, a veces más que un afecto mutuo.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Una desazón le llevaba a preguntarse si esa amistad a cinco que tanto querían y protegían todos no se estaría condensando demasiado, si no corrían el peligro de volverse impermeables. Los espacios cerrados apestan a rancio.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
El sol estaba a punto de terminar su jornada laboral y daba comienzo esa hora en que los edificios se cubren de un velo rosado que difumina los perfiles. Enseguida, todo se tiñe en el horizonte y, de repente, casi sin que podamos darnos cuenta, oscurece.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Él aseguraba que no necesitaba mirar las fotos, que solo deseaba disfrutarlas durante el instante y a simple vista, sin intermediarios de ningún tipo. Los ojos capturan, decía, y ya está. Mantenía que la belleza de una composición efímera era aún más intensa. [...] El cuadro ya sólo existe en nuestra mente.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Fingió que el calor de su mirada, que le lamía los brazos desnudos y la línea del cuello hasta la clavícula, ni siquiera le rozaba la piel.
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Los viejos amigos de Sílvia Soler
Sería interesante poder recordar la primera impresión que nos causó una persona al cabo de los años, cuando ya la hemos conocido, cuando la queremos.
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¿Quién escribió la saga?