Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Protesto sacándole para mis adentros la lengua, la leengua, como diría él. Y me marcho en busca de las deemás (esto se pega), que me acogen con caras avinagradas
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Protesto sacándole para mis adentros la lengua, la leengua, como diría él. Y me marcho en busca de las deemás (esto se pega), que me acogen con caras avinagradas
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Sé muy bien, desde hace tiempo, que tengo un corazón imprudente, pero el saberlo no me detiene en absoluto
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
¡Yo detestaría mostrarme en camisa ante personas que no me gustan!
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
¡Qué maravillosos ojos en cambio, color de oro amarillo, y qué tez, una de esas maravillosas pieles a simple vista delicadas, aunque todas sólidas que ni el frío las azulea!
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Tiene un carácter de gata mimosa, delicada y friolera, increíblemente sensual; me gusta contemplar su carita rosa de rubita, sus ojos dorados de pestañas rizadas
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
La señorita Sergent parece cualquier cosa menos buena, y tengo malos presentimientos acerca de esta pelirroja bien plantada, de talle y caderas redondas, pero de una fealdad flagrante
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Cómo me irritan con su obediencia y su bonita letra y su bobo parecido, caras fofas y apagadas, ojos de borrego llenos de dulzura lagrimeante. Siempre trabajando, siempre sacando buenas notas, decentes y solapadas, apestando a cola fuerte, ¡puaf!
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
A los trece años escribía y daba citas a un mocoso de su edad; la cosa se supo, y corrieron historias que conmovieron a todas las crías de la escuela, salvo a ella
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Anaís, fría, viciosa, y tan imposible de emocionar que jamás enrojece, ¡feliz criatura! Posee verdadera ciencia para la comicidad y a menudo me ha puesto enferma a fuerza de reír
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Claire, mi hermana de primera comunión, una niña dulce, con bellos ojos tiernos y almita novelesca, que se ha pasado todo su tiempo de colegiala enamoriscándose cada ocho días (¡platónicamente, claro!)
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Nunca tuve compañeras de mi clase social, ya que las pocas familias burguesas de Montigny suelen enviar a sus hijas, por esnobismo, a un internado de la capital de la provincia, de modo que la escuela solo cuenta entre sus alumnos a hijas de tenderos, labradores, policías y sobre todo obreros; todas ellas bastante mal aseadas.
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Cuando cumplí quince años, hace dos meses, alargué mi falda hasta los tobillos, demolieron la vieja escuela y cambiaron a la maestra. Las faldas largas las exigían mis pantorrillas, que atraían las miradas
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
He vivido en esos bosques diez años de locos vagabundeos, de conquistas y descubrimientos; el día que tenga que abandonarlos me dará una pena inmensa.
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Claudine en la escuela de Sidonie-Gabrielle Colette
Me llamo Claudine y vivo en Montigny, donde nací en 1884 y donde probablemente no moriré
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El quepis y otros relatos de Sidonie-Gabrielle Colette
La luna, tapada por las nubes, proyecta pocas sombras, pero de vez en cuando emergía de su halo y yo veía ante nosotros mi larga sombra pegada a una más corta.
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El quepis y otros relatos de Sidonie-Gabrielle Colette
Aún no me había vuelto insensible a la mezcla de cinismo afectado y paradoja literaria mediante la cual, hacia 1900, los hombres cultos, amargados y frustrados conservaban alta su autoestima.
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El quepis y otros relatos de Sidonie-Gabrielle Colette
Pese a estar bien resguardada en mi casa, junto a la estufa crepitante, Marco se me antojaba una mujer expuesta al viento y a la lluvia que azotaba la cristalera. Me parecía estar viendo a Marco despedirse antes de embarcarse como una emigrante, como si a su alrededor viese flotar una capa restallante, un tartán desplegado al viento.
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Chéri de Sidonie-Gabrielle Colette
Bueno-se dijo-, ya sé qué me pasa”. Tomó un termómetro que había en la mesa de noche y se lo puso bajo la axila. “Treinta y siete. O sea que no es físico. Es tristeza. Algo habrá que hacer.
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Chéri de Sidonie-Gabrielle Colette
¡Vuelve a poner esa mano en mi pecho y las uñas en la marca que me han dejado, la fuerza me abandona tam pronto como te alejas de mí
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Chéri de Sidonie-Gabrielle Colette
De haber sido la más elegante, habría hecho de ti un hombre, en vez de penssr públicamente en el placer de tu cuerpo y el mío. La mejor... no, no, no lo eran porque te quería sólo para mí
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Gregorio Samsa es un ...