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El corazón del daño de María Negroni
Un libro es un cementerio hermoso. También es una máquina de pensar, un dispositivo que encarna el más alto espíritu de contracción
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Calificación promedio: 5 (sobre 14 calificaciones)
/Es difícil saber cuándo o cómo se llega al «oficio de la escritura». Por lo general, se empieza a escribir mucho antes de saber que se desea escribir. La vocación de escribir, quiero decir, suele tardar en ser legitimada. al menos eso sucedió en mi caso. Era evidente desde temprano que me sentía atraída por el lenguaje y que podía captar la música de un texto pero de ahí a saber que yo misma quería ser escritora pasó mucho tiempo.
Sí, me encanta la idea de pensar que lo que escribo arma un museo. Amo las colecciones que son formas de la obsesión y expresan por lo general un deseo (por supuesto imposible) de acaparar y ordenar la multiplicidad del mundo.
El asombro es uno de los privilegios que tienen los niños y yo siempre dije que la poesía es la continuación de la infancia por otros medios. La poesía, por otra parte, surge de los sobresaltos, de los encuentros inesperados entre las palabras, coincide como decía el crítico inglés George Steiner, con la ruptura de la regla. Manuel Mujica Láinez dijo esto mismo de otro modo, al afirmar que la belleza es una subcategoría de lo raro.
Traducir es, ante todo, leer. Poner en marcha, con una conciencia agudísima, una suerte de detectivesca sobre un texto. No hay acto hermenéutico más serio ni forma más privilegiada de abordar esa materia secreta que es el poema. (Pound habló de la traducción como una pedagogía o una escuela.) Escribir y traducir fueron siempre para mí una sola actividad, ambas fuertemente ligadas a lo que hoy podría definir como una intensa pulsión verbal, que es otro nombre para la vocación.
Es muy difícil saber de dónde vienen o a qué obedecen los títulos de los libros. Habría que preguntárselo al libro mismo, que sabe cosas que yo no sé. Desde mi perspectiva limitada, me gustaría pensar a Oratorio como una suerte de plegaria profana, vinculada, como dice el epígrafe de Malebranche, a una forma intensa de la atención.
Dices encontrar en el libro « un halo de tristeza, una sensación de desamparo y cierta fragilidad». ¿Por qué no? ¿No son esas emociones, acaso, constitutivas de lo humano? Sólo me gustaría aclarar que cada lector/a es un mundo como cada escritor/a lo es. de modo que es muy posible que haya otras lecturas y eso está, por supuesto, muy bien.
Alguna vez dije que al arte le interesan las preguntas menos sus respuestas. Quién sabe, a lo mejor se debe a que las respuestas tienden a cerrar, a clausurar, mientras que las preguntas son, como dices, desestabilizadoras, cuestionan lo ya sabido, horadan el sentido común y la costra del uso. En realidad, al poema solo le interesa mejorar la calidad de las preguntas, ir más adentro del adentro.
Casi todas las tradiciones ostentan un árbol en su origen: el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal en el Génesis, el Árbol de la Vida en las Sephiroth de la Cábala, el Iggdrasil de los celtas, la Higuera Sagrada del budismo, el Imix de las culturas mesopotámicas. Muchos místicos equipararon ese árbol con el hombre interior, vieron en él un puente que comunica el cuerpo con todos los pisos del cosmos. Algo de eso puede estar presente aquí.
Acabo de terminar una novela que se llama El corazón del daño, que saldrá este año en Random House.
Todos los libros que leí han sido importantes para mí. La lectura es la contracara de la escritura.
Nunca un buen autor o una buena autora pueden ser negativos para la escritura. al contrario, indican el camino, muestran las infinitas posiblidades que aún nos falta explorar.
Es difícil identificar un libro en particular pero podría decir que mis primeros descubrimientos literarios fueron los libros que leí en mi adolescencia (Camus, Malraux, Beckett, Duras, Hesse).
Lo que más releo son los clásicos. Todo está atrás. La literatura es un palimpsesto infinito.
Los libros llegan a uno (o una llega a los libros) cuando es el tiempo adecuado. Nunca es tarde para leer los libros de la gran literatura. Quiero pensar que aún me restan muchos por descubrir.
No me interesa esta pregunta.
Podría hacerte una lista de los narradores contemporáneos que más me interesan: Menchu Gutiérrez, Agota Kristof, Pierre Michon, Erri de Luca, Fleur Jaeggy. En Argentina: Libertad Demitrópulos y Sara Gallardo. Entre los poetas: Anne Carson, Arnaldo Calveyra, Juan Gelman, Inger Christensen, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Blanca Varela.
En este momento estoy leyendo a Philip Roth.
Julieta recorre un barco abandonado, pasea por el bosque, camina por las calles de la ciudad, actúa en el espacio escénico mientras recita tres poemas de autoras argentinas que trabajan la temática Cuerpo. "Mamushkas" (Fragmento), de Roberta Iannamico "Desnuda en la tienda", de María Teresa Andruetto "Escrituras", de María Negroni
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El corazón del daño de María Negroni
Un libro es un cementerio hermoso. También es una máquina de pensar, un dispositivo que encarna el más alto espíritu de contracción
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Archivo Dickinson de María Negroni
Programa No escribiré a bocanadas. Lo mío será siempre concentrarme, como si estuviera para amar. ¿A quién? No sé. Lentamente hacia aquí, a contrapelo, de par en par la casa de la sombra. Sin escandir las ideas. Sin buscar otra cosa que gerundios. Con desorientación al menos grave, oscureciendo las maneras, casi categórica. Alguna vez, tal vez, podré sobrevenirme. Quién sabe que si doler no es la manera de nacer de una alegría. |
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Oratorio de María Negroni
Por generaciones ni agua de la roca Y el niño canta con su voz de río sin río |
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El arte del error de María Negroni
si hay un premio en la escritura de un poema, sería este, encontrar un estado otro de la lengua. (Proust dijo que los libros más bellos parecen escritos en una lengua extranjera). Lo mismo rige para la traducción.
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El corazón del daño de María Negroni
Si hay adónde ir, no hay escritura. Se va y se viene de la amnesia. Hay apenas casas de muñecas, islas, flirteos refractarios con lo excéntrico. |
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Archivo Dickinson de María Negroni
Guerra Y aun así, mientras el mundo apilaba emboscadas y mortíferos planes, a su pequeño modo el jardín resistía: se brotaba de mirlos, jilgueros, colibríes que iban, en plena ebullición, de una vocal a otra, leyendo, en medio del caos, la semilla honda. |
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22 cartas extraordinarias de María Negroni
No eran libros para niños. Nunca escribimos libros para niños, Wilhelm. Tú lo supiste enseguida, antes que yo. Por eso te opusiste, de entrada, a las censuras (que considerabas timoratas) y disentías con los editores sobre la necesidad de ilustrarlos.
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Archivo Dickinson de María Negroni
Burbuja Mi vida es esta biblioteca de tramas no visibles. Allí me invento, busco -entre guiones- la prosodia de alguna verdad torpe. El resto es la sangría del áspero jardín. Mis cuadernos del daño. Mi hermano en alma y pensamiento, con su casa histriónica, invadida por seres de levita y literaria obsecuencia. Y aquí o allá, más oculto que siempre, el deseo: si supiera atizarlo, entregarme a su escuela de cadáveres blancos. |
¿Qué tipo de filosofías hay?