A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
No pude por menos de admirar hasta qué punto la burguesía francesa era un taller maravilloso de la escultura más variada
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
No pude por menos de admirar hasta qué punto la burguesía francesa era un taller maravilloso de la escultura más variada
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
A veces, estando a mi ventana en el hotel de Balbec, por la mañana cuando Françoise descorría las cortinas que ocultaban la luz, por la noche cuando esperaba el momento de irme con Saint-Loup, me había ocurrido, gracias a un efecto del sol, tomar una parte más oscura del mar por una costa lejana, o contemplar con alegría una zona azul y fluida sin saber si pertenecía al mar o al cielo. No tardaba mi inteligencia en restablecer entre los elementos la separación que mi impresión había abolido
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Lo importante no es la valía de la mujer sino la profundidad de ese estado; y que las emociones que nos procura una muchacha mediocre tal vez pueden permitirnos aflorar a nuestra conciencia partes más íntimas de nosotros mismos, más personales, más lejanas, más esenciales de lo que haría el placer que nos proporciona la conversación de un hombre superior o incluso la contemplación admirativa de sus obras
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
En una estación balnearia como era Balbec, supone un gran encanto añadido a la vida que el rostro de una muchacha bonita, una vendedora de conchas, de dulces o de flores, pintado con vivos colores en nuestro pensamiento, sea para nosotros cotidianamente, desde por la mañana, el objetivo de cada una de esas jornadas ociosas y llenas de luz que pasamos en la playa
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
A la abuela también le extrañaba mi elegancia, porque de pronto me había acordado de trajes que hasta entonces había dejado en el fondo del baúl. Cada día me ponía uno distinto e incluso había escrito a París que me enviasen nuevos sombreros y corbatas nuevas
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Porque, al mismo tiempo que la edad disminuye la capacidad, el hábito del mundo suprime toda idea de provocar ocasiones tan extrañas, de sentir esa clase de emociones
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
A veces alguna empujaba a la que tenía al lado, y entonces una risa alocada, que parecía la única manifestación de su vida personal, sacudía a todas a la vez, borrando, confundiendo aquellos rostros indecisos y gesticulantes en la gelatina de un solo racimo centelleante y tembloroso
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Ahora, ¿quién hubiese podido reconocer en ellas, apenas salidas, pero ya salidas, de una edad en que se cambia tan radicalmente, aquella masa amorfa y deliciosa, toda infantil aún, de niñitas a las que sólo unos años antes podía verse sentadas en corro sobre la arena, alrededor de una caseta
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Algunos, demasiado jóvenes, agobiados por los pescozones que al pasar les daban los maitres d’hôtel, clavaban sus ojos melancólicos en un sueño lejano y sólo se consolaban si algún cliente del hotel de Balbec, donde habían trabajado en otro tiempo, los reconocía, les dirigía la palabra y les decía personalmente, cosa que los llenaba de orgullo, que retirasen aquel champán
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Quizá ciertas obras maestras han sido escritas entre bostezos
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
De la felicidad desconocida y posible de la vida, aquellas muchachas eran un ejemplar tan delicioso y en tan perfecto estado que casi por razones intelectuales me desesperaba por no poder hacer en condiciones únicas, capaces de excluir cualquier margen de error, la experiencia de cuanto nos ofrece de más misterioso la belleza que deseamos, y de cuya imposible posesión nos consolamos pidiendo el placer —como Swann siempre se había negado a hacer, antes de Odette— a mujeres que no hemos deseado, de modo que uno muere sin haber sabido nunca en qué consistía ese otro place
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La Vida en París de Marcel Proust
Uno puede ser aún joven, no haber vivido todavía demasiado y sin embargo sobrevivir y hasta en el transcurso de toda una vida no haber vivido nunca sino sobrevivido
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La Vida en París de Marcel Proust
Hay en tu música algo delicado (gesto de la mano que pareciera destacar este adjetivo)... y doloroso (nuevo gesto de la mano para aislar este otro adjetivo)...
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La Vida en París de Marcel Proust
Si la costumbre de desprestigiar el pasado sin intentar comprenderlo no fuese una de las manías de los supuestos espíritus fuertes del día.
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La Vida en París de Marcel Proust
El artista solo tiene que estar al servicio de la verdad y no debe tener prejuicios de clase.
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Correspondencia 1914-1922 de Marcel Proust
Sólo puedo escribirle unas líneas, cuando lo que me gustaría es contestarle con un tomo.
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Correspondencia 1914-1922 de Marcel Proust
Recibí su carta y le responderé de mi puño y letra por los ánimos tan valiosos que contiene.
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Correspondencia 1914-1922 de Marcel Proust
Si lo escribo será sólo con la alegría que me había prometido.
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Correspondencia 1914-1922 de Marcel Proust
Noto la importancia de la idea que planteé, pero al mismo tiempo me doy cuenta de la pobreza e insuficiencia con la que está expresada.
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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Aquella ausencia, en mi visión, de unas demarcaciones que muy pronto establecería yo entre ellas, propagaba por todo el grupo una fluctuación armoniosa, la translación continua de una belleza fluida, colectiva y móvil
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¿En que año nació Marcel Proust?