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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Los gobiernos viven de las dentelladas traicioneras que les propinan a los ciudadanos.
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Calificación promedio: 5 (sobre 152 calificaciones)
/Apenas dos años después de la muerte del escritor chileno Luis Sepúlveda, este volumen nos sumerge en su vida más íntima, presidida por la familia y los amigos. También nos permite ver su perfil más viajero y comprometido, en particular con la política y el medio ambiente. Acompañadas por las maravillosas fotografías de Daniel Mordzinski, sus palabras nos lo vuelven vívidamente presente, al tiempo que nos llevan a lugares recónditos de la Tierra del Fuego y a otros parajes donde Sepúlveda no solo encontró historias inolvidables, sino donde también trabó amistades que el tiempo nunca apagó. A lo largo de su incansable periplo, desde el pequeño Hotel Chile en que nació o las cárceles de Pinochet, pasando por Brasil o Ecuador, hasta Hamburgo, los mares de todo el mundo y, finalmente, Gijón, ¿qué perseguía Luis Sepúlveda? ¿Un mundo mejor, un lugar donde sentirse en casa? https://www.planetadelibros.com/libro-hotel-chile/360527
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Los gobiernos viven de las dentelladas traicioneras que les propinan a los ciudadanos.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Nadie consigue atar un trueno, y nadie consigue apropiarse de los cielos del otro en el momento del abandono.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Me repetía a cada rato que los gringos se sentirían felices conmigo, considerando que también tengo nombre de gringo. —¿Cómo así, paisano? —Onecén es el nombre de un santo de los gringos. Aparece en sus moneditas y se escribe separado con una letra «te» al final. One cent. |
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
La vida en la selva templó cada detalle de su cuerpo. Adquirió músculos felinos que con el paso de los años se volvieron correosos. Sabía tanto de la selva como un shuar. Era tan buen rastreador como un shuar. Nadaba tan bien como un shuar. En definitiva, era como uno de ellos, pero no era uno de ellos.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
En tanto los colonos destrozaban la selva construyendo la obra maestra del hombre civilizado: el desierto
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Con los años llega la sabiduría, y él esperó, confiando en qué tal sabiduría le entregara lo que más deseaba: ser capaz de guiar el rumbo de los recuerdos y no caer en las trampas que estos tendían a menudo.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Había desayuno temprano y sabía de los convenientes de cazar con el cuerpo pesado. El cazador ha de ir siempre un poco hambriento, pues el hambre agudiza los sentidos.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Antonio José Bolívar Proaño sabía leer, pero no escribir. [...] Leía atentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas. Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano." (Pág.35). |
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
[“Leía lentamente, juntando las sílabas, murmurándolas a media voz como si las paladeara, y al tener dominada la palabra entera la repetía de un viaje. Luego hacía lo mismo con la frase completa, y de esa manera se apropiaba de los sentimientos e ideas plasmados en las páginas. Cuando un pasaje le agradaba especialmente lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano.”] |
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Desencuentros de Luis Sepúlveda
"Buenos días. Habla con el contestador automático de alguien que, o no está del otro lado de la línea, o por diversas razones se niega a responder. Si me conoce, sabrá que la voz que en estos momentos le habla no es la mía. Una de las bondades del contestador automático es que, además de preservar la intimidad, también asegura impunidad. Esta voz es alquilada. Pertenece a una de esas personas, las hay por miles, que a cambio de unos cuantos billetes son capaces de prestar el alma. No es mí voz. Pero si usted no me conoce, si es la primera vez que marca mí número, todo esto no debe afectarle. Digamos entonces que, en teoría, no estoy, o que alguna anomalía física me impide llegar al aparato, o que simplemente no tengo ganas. También es posible que yo ya no esté en este mundo." ('Contestador automático'. Pág.81).
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¿Qué movimiento literario de la segunda mitad del siglo XIX busca representar la realidad tal como es, sin idealizarla?