No me gusto nada, para nada me pareció gracioso, por el contrario el protagonista me producía repugnancia
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No me gusto nada, para nada me pareció gracioso, por el contrario el protagonista me producía repugnancia
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La historia de la escritura de esta novela es en sí bastante peculiar. Kennedy Toole la escribió hacia 1962 y no logró publicarla. Se suicidó a los 31 años en 1969, y fue su madre quien insistió en enviarle el manuscrito a distintas editoriales, hasta que captó la atención de Walker Percy, y finalmente logró que se publique en 1981 con gran éxito y con un Pulitzer póstumo. La novela es una especie de picaresca del siglo XX que sigue las peripecias de Ignatius J. Reilly, uno de los personajes más peculiares de la literatura estadounidense. Obeso, hipocondríaco, escatológico, obsesivo, paranoico, manipulador, indolente, fóbico al sexo pero adicto al onanismo, educado e inteligente, pero incapaz de ejercer la empatía o de relacionarse con otros de acuerdo al juego social, Ignatius vive con su madre (otro personaje inolvidable) y se niega a trabajar. Cuando un accidente de auto pone en jaque la posesión de la casa en la que vive con su madre, Ignatius se verá obligado a salir de su cascarón e intentar insertarse en el juego social. El resultado es una serie de aventuras hilarantes que nos dan también la posibilidad de conocer a un elenco de personajes tan especiales y ridículos como Ignatius, que sirven como radiografía satírica de la sociedad estadounidense: el dueño de la fábrica que no quiere saber nada con administrarla, el capataz que cuida más los intereses del patrón que él mismo, los policías inútiles, una empresaria que dice hacer caridad y hace algo bien distinto, y podría seguir. Uno de mis personajes favoritos es Jones, un joven negro que debe trabajar por un sueldo miserable porque si no consigue empleo lo arrestarían por vagancia. Jones escapa completamente a los estereotipos raciales de la época: es inteligente, cuestionador, irónico, y entiende perfectamente lo injusto su situación e intenta cambiarla desde la estrategia de forma brillante. La novela me gustó como un retrato divertido pero muy mordaz del sur estadounidense. + Leer más |
Me ha parecido magnífico: divertido, emocionante, inteligente. Completamente absurdo y disparatado, qué risas con las caricaturas de algunos personajes (como las lesbianas de la casa de Dorian). Y menudo final, cómo se van perfilando cada una de las historias. Al principio no imaginaba que en el primer capítulo se nos presentaran tantos personajes cruciales, para cuando me di cuenta ya estaba cautivada por la novela. Para ser tan famoso me he dado cuenta de que tiene bastantes críticas negativas, especialmente de gente que se tomó demasiado en serio a Ignatius. Qué poco sentido del humor. |
Simplemente no pude seguir los personajes me parecieron los más inverosímiles y para ser un libro que todo mundo dijo que los hizo reir a mi no me sacó ni una sola risita. No planeo terminarlo ya que simplemente no puedo conectar con los personajes ni la trama
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Novela de las clásicas, de las que hay que leerse en esta vida. Es un libro divertido. El personaje principal está bien construido. De los que merece la pena recordar con el paso del tiempo. Es un libro que se lee muy fácil. Lectura recomendada y casi obligada.
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Describiría a Ignatius como el incomprendido Don Quijote de la Mancha del siglo XX. Este es más que un libro divertido. Repasa todas y cada una de las penurias de nuestra sociedad: el fascismo, la izquierda mal entendida, el racismo, el techo de cristal, la sociedad de la imagen,... Todo lo que ocurre en esta novela tiene un por qué que se acaba resolviendo de forma magistral al final. Es maravillosa. No es fácil de leer, nada, pero merece el esfuerzo, el tiempo y la concentración. |
“Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él. Johnathan Swift «THOUGHTS ON VARIOUS SUBJECTS, MORAL AND DIVERTING” John Kennedy Toole abre así La conjura de los necios mostrándonos lo que nos espera en la obra que tenemos entre manos, queridos lectores, porque en un libro todo es importante, desde el título hasta la trama, desde la calidad del papel hasta la cita que lo abre. Repasando mis notas de lectura me doy cuenta de que el entusiasmo de las primeras páginas lo pierdo conforme avanza mi lectura. Expectativas. Quizá las tenía demasiado altas. No adelantemos acontecimientos y vayamos a sus primeras páginas, que ya avanzaremos después hacia la pequeña decepción. Estamos en Nueva Orleans, me chiflan las obras que transcurren en esta ciudad, lo reconozco, un escenario ideal para la trama que me presenta. Nueva Orleans es tremendamente literaria, e Ignatius, nuestro estrafalario protagonista, necesita de ella. En este escenario y tras una serie de peripecias, divertidísimas, eso es cierto, el protagonista tiene que abandonar la comodidad de su cama y salir a trabajar, y ahí empieza el lector a conocer de manera profunda a Reilly. ¿La conjura de los necios es Ignatius Reilly? Podría parecer que este tipo grandote y extravagante que viste casi como un pordiosero y su extraño comportamiento son únicos protagonistas de La conjura de los necios. Ignatius y su comportamiento son, desde luego, el eje sobre el que todos los personajes y todas las acciones giran, pero esta novela tiene unos secundarios que refuerzan tanto la escena que sin ellos, el insufrible Reilly no es nada. Un egoísta necesita de ingenuos que le escuchen, un misógino maltratador necesita de una madre, un vago necesita de un jefe para sobrevivir, literariamente hablando. Sin unos buenos secundarios sería imposible crear un protagonista que cause tanta repulsión. La primera parte de la novela es la sucesión de estos pintorescos personajes: Jones, un negro con gafas de sol que trabaja por poco dinero por temor a ser detenido por vago, Lana Lee que debe cuidar de su inversión mientras vende pornografía o los peculiares personajes de la comisaría, Macuso incluido, la paciente madre de Ignatius, el nuevo jefe, la adorable Trixie, etc. La conjura de los necios es mucho más que Ignatius Really. Todos y cada uno de los personajes del libro nos representan. El microcosmos creado por Toole es la sociedad. El ego de unos frente al miedo de otros. El abuso de estos frente al color de piel de aquellos. La lucha por un poquito de libertad de ella frente a la misoginia de él. Todo está entre las hojas de esta novela; machismo, racismo, clasismo, esclavitud modernizada. Y aquí, en esta denuncia, juega el autor su mejor baza, la de hacerte reír a carcajadas a pesar de… A veces te sientes transportada al camarote de los hermanos Marx. Situaciones elevadas a lo ridículo de manera sensata. Vuelvo la vista atrás y descubro que me gustó mucho la construcción de los personajes y la evolución de los mismos a lo largo del libro. Me sorprendió la forma de criticar la caridad mal entendida, la soberbia que se destila al pasar por la universidad, la defensa de los desfavorecidos solo para hacernos sentir mejor, la dominancia parterna o materna, el racismo, el machismo y todos los ismos... Me gustó el tono irónico en el que está escrito pero, está vez hay un pero, reconozco que me cansó un poco al final el repetitivo personaje de Ignatius, algunos personajes, como profesor universitario, cuya presencia no entendí, y escenas prolongadas de manera poco natural. Mi sensación al terminarlo fue que pese a ser una buena obra está algo sobrevalorada. Aún así, buena y amena lectura. + Leer más |
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Lo he leído por las buenas criticas que tiene y sinceramente me costo trabajo acabarlo. No ha conseguido arrancarme una sola sonrisa. Quizás el problema soy yo, y no sea suficientemente listo para comprender el humor inteligente que, según los críticos, tiene o quizás este sobrevalorado.
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Leido no hace mucho tiempo, una lectura hilarante, Ignatius, un personaje particularmente convencido de que su ser estrafalario es absolutamente normal, y con la idea absoluta de que el mundo debe ser cambiado, lo cual intenta desde su cuarto, el cual se ve obligado a abandonar, y lo sufre , tremendamente, por otro lado, la asociacion con “ el Chavo, “ personaje televisivo de Chespirito, con los llamados ninis y milenials, fue inmediata,,, Tan emblematico personaje de la ciudad de Nueva Orleans que posee estatua, calle y multiples establecimientos dedicados a su memoria... |
Es absolutamente imposible hablar del argumento porque, por absurdo que pueda parecer lo que yo escriba, no le llega ni a la suela del zapato. Por surrealista que lo pinte, me quedo cortísima. Si intentara, por una casualidad, compararlo con otra historia, no encontraría siquiera una similar. Creo que mejor hago un recorrido por los presonajes, rapidito, y cada cual que imagine lo que quiera, al fin y al cabo, sea lo que sea, el argumento le sorprenderá. 1. Ignatius Reilly. Obeso hasta la morbosidad, intelectual, idealista, está escribiendo su "ópera magna" y no va a consentir que algo tan sumamente terrenal como un trabajo, le distraiga de su función. 2. Irene, su madre. La pobre. Años pensando que era la madre de un genio y ahora, lo único que quiere, es que su hijo encuentre un trabajo y, a ser posible, se marche de casa. 3. El agente Mancuso. Poli flacucho y enclenque con un sentido de la orientación invertido: todo lo que intenta hacer bien, le sale mal. 4. Santa. La tía de Mancuso y amiga de Irene. Lo único que le interesa es que Irene mande a su hijo a escardar cebollinos. 5. Lana Lee. Dueña de La Noche Feliz, un tugurio de mala muerte donde trabaja el "negro" (él mismo se califica así durante toda la obra) Jones, encargado de barrer el suelo siempre oculto tras unas gafas de sol y una nube de humo de tabaco. También tabaja allí Lorna, cuya función es hacer que los clientes beban y su ambición el baile exótico-erótico-festivo. Y un loro. Bueno, el loro no trabaja a jornada completa, de hecho solo lo hace un ratito. 6. El señor Levis y su fábrica de pantalones, con González (el administrador), le señorita Trixie (secretaria) y un ejército de trabajadores de "coló negro" como diría Jones. Myrna Minkoff, personaje a nivel epistolar, amiga, compañera y colega de la Universidad de Reilly y, por la visto, la única que lo entiende. Culmina su papel con una breve aparición. A todo esto habría que añadir: un puñado de homosexuales, entre gays y lesbianas, a George, que intenta hacer dinero con postales; vecinas indiscretas; profesores de universidad a los que se les corta la digestión cada vez que se acuerdan de Ignatius; vendedores de salchichas; conductores de autobús y habitantes y turistas de Nueva Orleans, que es la ciudad donde ocurre todo lo imaginable (incluso lo que no podemos llegar a pensar). Por cierto, y hablando de Nueva Orleans, la ciudad adquiere un protagonismo muy acentuado en el desarrollo de la ¿trama? (no se como llamarla?) NOTA SOBRE EL AUTOR, TAN INTERESANTE COMO EL ARGUMENTO: Nació en Nueva Orleans, y estudió lengua inglesa en las universidades de Tulane y Colombia. Volvió a su ciudad, a vivir con sus padres, y dar clases en un colegio. Escribió este libro. Se lo rechazaron en varias ocasiones. Se suicidó con monóxido de carbono de su coche. Su madre entregó el manuscrito a un amigo, que se entusiasmó con él. Se publicó y ganó el Pulitzer de 1981. Autor de una sola obra, hay quien afirma que el que lo conociera encontraría rasgos comunes con Reilly. Yo, pobrecita de mi, no digo nada. Este es uno de esos libros que hay que leer si o si. Completamente atemporal, la galería de necios y estúpidos que muestra de forma exagerada, resultan fácilmente reconocibles en amigos, conocidos y vecinos, una vez que les quitamos toda la parafernalia de la narración. Este es de los que, en unos años (cruzo dedos) volveré a leer. Si o si. + Leer más |
Al principio, el libro me ha gustado por las ocurrencias del personaje principal, que de lo ruin, usurero, miserable , culto y pedante que es, resulta gracioso. Pero, una vez pasada la sorpresa de conocer a dicho personaje, el libro no me ha entretenido. La mayoría o todos los personajes que salen en el libro, son unos necios, tal y como indica el titulo, en consecuencia sus conversaciones son totalmente insulsas y tediosas. Me costo terminar el libro, aunque, no tenga muchas paginas. |
Esta novela está considerada unas de las mejores escritas en el siglo XX. Este tipo de clasificación siempre es muy subjetiva y puede variar mucho de una persona a otra. En mi caso diré que es una buena novela pero me falta suficiente lecturas para saber si la incluiría en una lista de las mejores. Lo que sí que tiene, y espero que nadie que la haya leído me lleve la contraria, es un personaje brutal y extraordinario, Ignatius J. Reilly. Sólo por conocer a este personaje merece la pena leer la novela. Una persona obesa hasta la exageración y con un apetito insaciable. Un ser inadaptado, decimonónico, atrapado en sus fantasías, carente de sentido crítico de sus actos. Una persona destinada a grandes logros, según él, pero que vive encerrado en su cuarto, con una tremenda agorafobia y una excesiva apatía por el mundo exterior. Un mundo exterior hostil hacia él y sólo en las ocasiones que cree poder manipularlo le resulta llevadero. Con una madre que se mueve entre su amor materno y el gran hartazgo que le está causando su hijo. En fin, un personaje de 10. Es una pena que el autor muriese y no le diese más continuidad a este personaje, ya que ofrecía muchísimo juego todavía y sin duda hubiera podido alcanzar la clasificación de personaje de ficción universal. Recomiendo la lectura del libro y conocer a Ignatius. Es un libro ameno, escrito con un humor sarcástico, qué tal vez no te arranque carcajadas pero te hará tener una bonita sonrisa en la boca + Leer más |
Una de las cosas que más curiosidad me daba de este libro, eran las pasiones que siempre ha levantado, tanto para bien como para mal. No estoy acostumbrado a ver críticas tibias de esta novela, o siempre se pone un altar o en la categoría de lo peor. Y a mí estos libros que aman o detestan, siempre me llaman mucho la atención. Cosas de la vida, al final va a ser mi opinión la primera que vea neutra y tibia jajaja. El caso es que entiendo tanto a adoradores como detractores, ya que comparto con ellos sus motivos. Vamos por partes, y primero voy a hablar de los puntos positivos de la novela, que son muchos. Me gustó esa crítica tan obvia a muchas cosas, pero sobre todo al conjuto de la sociedad. Como lo diferente suele ser motivo de burla, vamos a ir viendo está crítica a través del trato que reciben mujeres, negros, homosexuales o pobres. Prácticamente todos los personajes entran en estre trato injusto a otros, salvo alguno suelto que se salva. Esa ironía todo el tiempo latente en la mayoría de los comentarios me encantó. También he valorado mucho que, aun siendo yo un lector complicado para la risa, me haya provocado bastantes. Era imposible no reírse a carcajadas con algunas de las situaciones tan disparatadas que provocaba Ignatius. Sobre todo alucinaba con la cara que tenía al inventar la realidad sobre la marcha, siempre a su favor. Cara y habilidad. Los personajes creo ques están bien dibujados y me ha gustado en especial la creación de Ignatius, Irene, la señora Levy y Trixie. Tampoco es complejo de leer, lo cual no dificulta su lectura en ese sentido, aunque si hay otras cosas que la dificultan. Y es ahí donde empieza lo malo. Algunas partes se me han hecho algo tediosas de leer, sobre todo esas en las que Ignatius escribía en su diario durante 20 páginas explicando diferentes cosas. A veces eran interesantes, otras no. También se me complicaba la lectura cuando Ignatius soltaba algún comentario fuera de lugar y ni siquiera salvable por considerarlo crítica. Cuando expresa el deseo de que una mujer sea violada en varias ocasiones, por mucha crítica o parodia que haga el personaje, me es imposible disfrutar de él en positivo. Y digo esto de en positivo, porque que Ignatius es horrible lo aceptamos todos, pero he leído muchas veces que llega un punto en la novela que te encariñas de él e incluso lo compadeces. Con esos comentarios jamás podría compadecerlo. Puede gustarme como personaje, que me gusta de hecho, pero como el personaje negativo que es. Aunque no sea el único villano de la historia, y de alguna manera, pueda pasar a víctima en algunos casos, sigue teniendo el porte de villano para mí. Nada le sucede porque sí, todo lo provoca él con su egoísmo. El caso es que me he quedado en ese punto medio que os decía al principio. En ningún caso he conseguido sentir pena o campasión por Ignatius hasta el punto de cogerle cariño, porque es un horror de persona, pero he entendido todo el tiempo esa parodia crítica y por eso no me ha impedido leer la historia y disfrutarla bastante a ratos. El resumen final sería: ni mucho, ni tan poco. + Leer más |
“¡Qué falta de gusto y de decencia!” “¡Qué falta de teología y geometría!” A ver, que yo soy tan misántropo como el que más, el ser humano me da razones a diario para aumentar sin pausa el número de individuos e individuas a los que despreciar con toda el alma. Lo que inevitablemente me lleva a compartir con Ignatius Reilly, el egregio grandote con gorra de cazador protagonista de la novela, el pesimismo más atroz y para el que solo encuentro consuelo en la seguridad de que en pocos años todos estaremos comiendo mierda, y eso si hay para todos, como añade siempre mi primo con esa gracia que el diablo le dio. Si algo envidio de Ignatius Reilly es, sin duda, su desvergüenza en la falta de consideración que tiene con casi cualquier individuo o individua que se le cruza. “Si un blanco de la clase media fuera lo bastante suicida como para sentarse a mi lado, imagino que lo golpearía sonoramente en la cabeza y en los hombros con una manaza, arrojando, con suma destreza, uno de mis cócteles molotov a un autobús en marcha atiborrado de blancos de clase media con la otra.” Pero aun así, me niego a ver a Ignatius Reilly como un ser tierno y entrañable malogrado por una sociedad decadente contra la que luchaba en una guerra desigual. Nadie va a convencerme de ello, ninguna conjura logrará tamaña majadería conmigo. ¿Un Don Quijote obeso? ¿Un Cristo moderno? Ignatius Reilly es un haragán, sexófobo, cobarde y pontificador de soberbia infinita y luces muy justitas que se comunica con el resto del mundo a través del desagrado y que despotrica contra todo lo que se mueve con una elegancia y una gracia, eso no se lo puedo negar, que en ocasiones nos divierte por su despropósito, que en otras nos indigna, sin dejar de divertirnos, por el reaccionario y casposo espíritu que lo inspira, y que en otras tantas más, aunque en mi criterio son las menos, nos asombra por la inesperada agudeza con la que saca los colores a la sociedad de su época, en realidad de cualquier época que sea posterior a la edad media. Tan es así que me veo en el inevitable deber de llamar la atención de todos esos pancartistas pro-Ignatius con la débil esperanza de que no pierdan el norte. Todo tiene sus límites, hasta la empatía, la comprensión o la compasión. Que uno empieza riéndose con estos seres solitarios que se pasan el día hurgando en su sucio ombligo con restos de patatas fritas en el bigote, tendidos sobre sabanas mugrientas en camas a punto de venirse abajo, garabateando en su ordenador personal sus necedades sobre la planicidad de la tierra o la salud incólume de Elvis para finalmente descubrir, con el consiguiente cerrazón de nuestra válvula pilórica, que algún cabronazo ha reconducido su odio, los ha agrupado bajo un nombre y los ha convencido de que un salvador mesiánico llamado Trump ha venido a salvarles de una conspiración de pedófilos adoradores de satán o lo que viene siendo un asqueroso atajo de degenerados comunistas. Y no crean que esta es otra de las exuberancias quiméricas de nuestro obeso amigo. Un grupo con tales fundamentos ha surgido en el país de Ignatius Reilly bajo el nombre de QAnon, y hasta una adepta, Marjorie Taylor Greene, se presentará al congreso por el partido republicano en el distrito 14 de Georgia con muchas posibilidades de salir elegida. Ante cosas así uno abraza sin pensar las ideas con las que Ignatius pretendía cambiar todos los gobiernos del mundo, apoyando a muerte a su partido SMTD, Salvar al Mundo a Través de la Degeneración, y ayudándole en su afán de infiltrar a “pervertidos” homosexuales en todos los Estados Mayores de los países con el fin de metarfosear las guerras en orgías. al principio lo mismo perdemos el voto calvinista de los conservadores rurales, pero los inicios son siempre duros. Quedan ustedes oficialmente avisados. + Leer más |
Hete aquí un libro que no se parece a nada de lo ya leído. Una enorme tomadura de pelo que es preferible leer al segundo grado. Es una lectura a la cual me costó entrar por el uso de un idioma demasiado coloquial que necesitaba por momentos una re lectura para captar mejor el mensaje. Pero qué libro, qué vorágine de ideas en torno al protagonista, el gordo Ignatius J. Reilly y un sinfín de situaciones y diálogos divertidos y absurdos. Ignatius J. Reilly es el personaje principal, un gordo de 30 años que aún vive con la madre y nunca ha trabajado. Ignatius es un anti héroe perfecto, un loser genético, inadaptado, a pesar de sus diplomas universitarios. El pobre gordo tiene TODOS los defectos del mundo, es un desastre humano: hipocondríaco, fatuo, asocial, delirante, excéntrico, melancólico, intelectual marginado, cáustico, fóbico, anacrónico, mentiroso, misógino, homosexual reprimido, sucio, caótico, escatológico, nihilista, fuera de órbita, grosero, egocéntrico, etc. Y por otro lado, esta montaña de desechos humanos es un ser desubicado, desvalido, erudito, hipersensible, pero destinado a un completo desacuerdo con el mundo que lo rodea. Ignatius vive sin trabajar, encerrado en su pieza, exigiendo en permanencia cosas a su madre y escribiendo en cuadernos sus vivencias. La madre exasperada va a exigir que trabaje y ayude a pagar las deudas que ha contraído a causa de él. Por supuesto que el mastodóntico Ignatius irá de fiasco en fiasco, armando cada lío. Los personajes secundarios de la novela son simplemente geniales: la madre castradora que ahoga su pena en el alcohol; la mejor amiga de la madre, la italiana Santa; el policía Mancuso; la única amiga de Ignatius, la histérica activista política Myrna; Miss Trixie, la contadora senil; el matrimonio Levy, los únicos adinerados del libro y completamente idiotas; etc, etc.Pero mi preferido es Jones, el negro barredor de un bar de mala muerte, el más "normal" de los personajes, sus reflexiones son jocosas y justas. Es una novela excelente que refleja muy bien le Nueva Orleans de los años 60 y que conlleva una crítica social feroz que suena actual 30 años después de la publicación del libro. Una joya de humor ácido, absurdo y transgresor con un fondo profundamente trágico. Enlace: https://pasiondelalectura.wo.. + Leer más |
Tanto en mi vida personal como en mis lecturas me he encontrado con abundante gente peculiar de muy distinta índole: Algún que otro perfeccionista, más de un trabajador vago, muchos jefes a los que les importa un carajo la salud mental o física de sus empleados, unos cuantos profesores que llegaron a serlo pero no precisamente por su vocación, madres o padres para los que sus hijos son unos angelitos aunque estén quemando delante de sus ojos la casa del vecino, pero gracias al destino, nunca me había topado con todos juntos en el mismo sitio, hasta ahora, con la apertura de esta obra. El libro de principio a fin es un divertido disparate cuyo protagonista es Ignatius Reilly, una persona horrible, que sigue viviendo con su madre con 30 años sin tener intención de evolucionar en la vida: ni conseguir trabajo estable, ni siquiera de ayudar en las tareas domésticas. Pero hay algo que sí se le da bien: echar la culpa de todo lo malo que le pasa al resto de universo. No es una lectura rápida, tiene mucha miga y más de 400 páginas, pero la verdad es que no quiero contar mucho de la trama, porque es mejor que lo leáis y os sorprendáis de la misma forma que yo, que he terminado con los ojos tan grandes como platos porque ese final no me lo esperaba para nada. Aunque es cierto que he levantado las cejas y puesto los ojos en blanco más veces que carcajadas he soltado, alguna que otra ha habido. Os aconsejo esta lectura si os gustan las historias rocambolescas con personajes raritos, si os reís de lo absurdo que podemos llegar a ser algunas veces. Por el contrario, si no sois amantes de este tipo de humor, creo que os puede llegar a aburrir. + Leer más |
La conjura de los necios es considerada por la crítica una novela brillante. Y con justa razón: es una historia hilarante, por lo ridícula (la historia y los personajes), que nos obliga a reír a carcajadas, planteada con inteligencia y mordacidad, y con la suficiente ternura como para que podamos entender a sus disparatados actores. Sin embargo, no es una novela para todos los estómagos. Para leerla, hay que estar dispuesto a aceptar el humor absurdo, y no enojarse por los personajes desagradables. Hay que ir al libro con la mente abierta: si esperamos que la novela nos permita identificarnos con el protagonista y desear que al final conquiste a la chica, estamos perdidos. O si deseamos que se ajuste a nuestros ideales, a nuestro concepto de justicia y a lo que creemos que está bien y mal en el mundo. A Kennedy Toole le importa un pepino tu opinión, de todos modos. La conjura de los necios es la historia de Ignatius Reilly, uno de los personajes más estrambóticos de la literatura: un tipo alto y gordísimo, que siempre viste con tela gruesa y gorra de cazador por motivos geométricos y teológicos, que en sus alrededor de 30 años nunca ha trabajado y considera una ofensa que se le ofrezca ganarse la vida, que vive con su madre, a la que plantea todo tipo de exigencias absurdas, porque él está escribiendo en cuadernos su ideario político, que consiste en volver a los ideales y prácticas de la Edad Media, ideas que él considera geniales. Este personaje, atrabiliario, altanero -Ignatius está convencido de su superioridad sobre el resto de la humanidad, y trata a todos con el desprecio que siente le corresponde- y completamente inútil se verá obligado a trabajar. Y aquí sus desventuras se vuelven aún peores, al llegar a una empresa en la que los empleados son tan extraños como él mismo, incluída una secretaria que debió jubilar hace veinte años, pero no la dejan porque la esposa del dueño cree que eso lo disfruta (la pobre anciana solo quiere descansar). Ignatius aquí se meterá en un montón de problemas, pero muchas veces ni siquiera les capaz de verlos, perdido como está en su nube de ensueños intelectualoides: escribe sus andanzas como trabajador, y recibe correspondencia de una especie de novia que tuvo en la universidad, una chica progresista y con activismo político, que lo llevaba a charlas y mitines en los que Ignatius solo podía despreciar a las personas que estaban allí... Ignatius vivirá una serie de desventuras, mientras iremos conociendo una galería de personajes secundarios sorprendentes, imposibles y descacharrantes, con los que el autor nos hablará de una ciudad enloquecida, pasando por un espejo torcido las miserias de su época. Los conflictos raciales, la persecución a los homosexuales o las relaciones entre las personas de mediana edad aparecerán aquí, tergiversadas y ridiculizadas. Ya les digo, a Kennedy Toole no le importa nuestra opinión. Y, cuando ya Ignatius se ve acorralado, entre una madre que no sabe qué hacer con él, empleadores que lo detestan y una sociedad que lo desprecia, no podemos evitar sentir pena por él: Ignatius es desagradable, inútil y sus opiniones son políticamente inadecuadas, pero en realidad no es más que un bicho raro, que no encaja entre nosotros y nos provoca rechazo, ganas de sacarlo de nuestra vista, aunque en realidad no nos haya hecho nada excepto exasperarnos con su presencia . Una novela de disparates, absurda y ridícula, donde todo es juego, como en Rabelais o incluso en Cervantes, que también se divierte subvirtiendo la realidad para burlarse de ella. Un festival de idioteces, ensambladas con verdadero arte, con momentos hilarantes y momentos conmovedores. Y con una coherencia interna totalmente admirable. Una obra para atesorarla como oro en polvo. + Leer más |
Hace unos meses leí un artículo que enumeraba cinco libros imprescindibles para cualquier buen lector, La conjura de los necios estaba entre ellos. En mi opinión no es imprescindible ni es una obra maestra. Tiene una trama entretenida con unos personajes estrafalarios e incluso patéticos, es verdad que alguno de ellos me ha sacado una sonrisa ..... y no ha sido con el protagonista. ¿Que os puedo decir de Ignatius, el prota? Pues que es un tipo pedante, vago y victimista, con una inteligencia desbordante que no sabe gestionar. Algo que me ha gustado es que Toole tiene la maestría de hacer una historia que no ofende, y eso que se mete en muchos temas como el racismo, la homofobia, el capitalismo, la política… Y por último, debo decir que esta novela ha envejecido bastante bien. |
¿Qué medida tomó el profesor Snape para proteger la Piedra Filosofal?