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Crítica de Guille63


Guille63
28 June 2023
“¡Qué falta de gusto y de decencia!” “¡Qué falta de teología y geometría!”

A ver, que yo soy tan misántropo como el que más, el ser humano me da razones a diario para aumentar sin pausa el número de individuos e individuas a los que despreciar con toda el alma. Lo que inevitablemente me lleva a compartir con Ignatius Reilly, el egregio grandote con gorra de cazador protagonista de la novela, el pesimismo más atroz y para el que solo encuentro consuelo en la seguridad de que en pocos años todos estaremos comiendo mierda, y eso si hay para todos, como añade siempre mi primo con esa gracia que el diablo le dio. Si algo envidio de Ignatius Reilly es, sin duda, su desvergüenza en la falta de consideración que tiene con casi cualquier individuo o individua que se le cruza.

“Si un blanco de la clase media fuera lo bastante suicida como para sentarse a mi lado, imagino que lo golpearía sonoramente en la cabeza y en los hombros con una manaza, arrojando, con suma destreza, uno de mis cócteles molotov a un autobús en marcha atiborrado de blancos de clase media con la otra.”

Pero aun así, me niego a ver a Ignatius Reilly como un ser tierno y entrañable malogrado por una sociedad decadente contra la que luchaba en una guerra desigual. Nadie va a convencerme de ello, ninguna conjura logrará tamaña majadería conmigo. ¿Un Don Quijote obeso? ¿Un Cristo moderno? Ignatius Reilly es un haragán, sexófobo, cobarde y pontificador de soberbia infinita y luces muy justitas que se comunica con el resto del mundo a través del desagrado y que despotrica contra todo lo que se mueve con una elegancia y una gracia, eso no se lo puedo negar, que en ocasiones nos divierte por su despropósito, que en otras nos indigna, sin dejar de divertirnos, por el reaccionario y casposo espíritu que lo inspira, y que en otras tantas más, aunque en mi criterio son las menos, nos asombra por la inesperada agudeza con la que saca los colores a la sociedad de su época, en realidad de cualquier época que sea posterior a la edad media.

Tan es así que me veo en el inevitable deber de llamar la atención de todos esos pancartistas pro-Ignatius con la débil esperanza de que no pierdan el norte. Todo tiene sus límites, hasta la empatía, la comprensión o la compasión. Que uno empieza riéndose con estos seres solitarios que se pasan el día hurgando en su sucio ombligo con restos de patatas fritas en el bigote, tendidos sobre sabanas mugrientas en camas a punto de venirse abajo, garabateando en su ordenador personal sus necedades sobre la planicidad de la tierra o la salud incólume de Elvis para finalmente descubrir, con el consiguiente cerrazón de nuestra válvula pilórica, que algún cabronazo ha reconducido su odio, los ha agrupado bajo un nombre y los ha convencido de que un salvador mesiánico llamado Trump ha venido a salvarles de una conspiración de pedófilos adoradores de satán o lo que viene siendo un asqueroso atajo de degenerados comunistas.

Y no crean que esta es otra de las exuberancias quiméricas de nuestro obeso amigo. Un grupo con tales fundamentos ha surgido en el país de Ignatius Reilly bajo el nombre de QAnon, y hasta una adepta, Marjorie Taylor Greene, se presentará al congreso por el partido republicano en el distrito 14 de Georgia con muchas posibilidades de salir elegida. Ante cosas así uno abraza sin pensar las ideas con las que Ignatius pretendía cambiar todos los gobiernos del mundo, apoyando a muerte a su partido SMTD, Salvar al Mundo a Través de la Degeneración, y ayudándole en su afán de infiltrar a “pervertidos” homosexuales en todos los Estados Mayores de los países con el fin de metarfosear las guerras en orgías. al principio lo mismo perdemos el voto calvinista de los conservadores rurales, pero los inicios son siempre duros.

Quedan ustedes oficialmente avisados.
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