La casa de la noche de Jo Nesbo
Vi que algo se despertaba en su interior: la idea de llamar la atención. Para alguien que siempre ha pasado inadvertido era, por supuesto, un argumento de peso. También que hablara en plural, «nosotros»: él y yo, dos amigos que hacen una gamberrada juntos, que gastan una broma telefónica y se mueren de risa, que se agarran el uno al otro para no caerse al suelo cuando escuchan al desgraciado que responde y se pregunta si de verdad es el diablo quien está al otro lado de la línea.
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