La profecía de
Jennifer L. Armentrout
Eres preciosa, y muy fuerte. Nunca lo olvides. Pase lo que pase. Nunca lo
olvides.
Las lágrimas me anegaron los ojos hasta impedirme ver.
―Seth…
―Prométemelo. ―Apoyó la mano en mi nuca y me dejó el cuello a la vista
para poder dejar un reguero de besos por toda su longitud. Sin parar, nos hicimos
el amor el uno al otro hasta que las primeras sombras empezaron a filtrarse a
través de las ventanas.
Y entonces llegó la hora.
Me envolví en torno a Seth y lloré contra su piel. Estaba fría y rota por
dentro.
―No puedo. No puedo hacerlo.