Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Mi libro solo tendrá una heroína: Laëtitia. El interés que despierta ella en nosotros, como su feliz retorno, la devuelve a sí misma, a su dignidad y a su libertad.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Mi libro solo tendrá una heroína: Laëtitia. El interés que despierta ella en nosotros, como su feliz retorno, la devuelve a sí misma, a su dignidad y a su libertad.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
La justicia es principio, pero también es administración, verbo y ritual.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Facebook se convertirá en una fuente para los investigadores que se interesen por la vida privada, el esparcimiento, los vínculos de familia y de amistad, las inestabilidades, el vocabulario de los hombres y las mujeres del siglo XXI.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
En una sociedad en movimiento, el suceso es un epicentro.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Un suceso supone un culpable. Un suceso horrible exige un monstruo.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Posicionarse frente a los demandantes civiles no es fácil. Uno no puede manifestarles sus condolencias, ofrecerles un hombro generoso sobre el cual puedan llorar. El juez está obligado a ser imparcial.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
“… la cárcel no es más que un lugar de marginación que alimenta la delincuencia.”
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
El mal, el deseo de transgresión, la envidia, la locura son factores constitutivos de la especie humana, el riesgo cero no existe.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Jessica, nuestra hija. Que se levante por las mañanas, que vaya al trabajo, que haga yudo, que intente sacarse el carnet de conducir, que tenga novia ya es una victoria sobre el orden de las cosas, un imperceptible desgaste en la inmemorial mecánica de sumisión. Joven anónima que anda por la ciudad con su mochila. Resistente que aguanta por dos. Ojalá pueda perdonarnos. Este libro es para ella.
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Historia de los abuelos que no tuve de Ivan Jablonka
Mi revuelta, muy débil revuelta a decir verdad, se erige contra el olvido y el silencio, contra el orden de las cosas, la indiferencia, la banalidad. Mi investigación llega a su fin, sus vidas también. Pero este final también es una liberación, pues ahora han sido devueltos a su vitalidad nativa, al torrente: seres irreductible y desmesuradamente hechos para la vida. En el momento de la separación, quisiera decirles que los quiero, que pienso en ellos a menudo, que admiro su vida tal y como la vivieron, su libertad tal y como la enarbolaron, que siento gratitud para con ellos porque les debo mi vida en Francia, un país en paz, libre y rico –aunque quizá ellos no vieran así las cosas–.
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Historia de los abuelos que no tuve de Ivan Jablonka
Mi estudio no me ha traído paz. Soy capaz de mirar de frente sus vidas y sus muertes, pero siempre seguiré siendo ese chiquito acostado sobre una tumba, con sus dioses velando por él. Sus muertes fluyen en mis venas, no como un veneno, sino como mi propia vida. Para mis hijas, sueño con algo distinto: proclamar la dignidad de un hombre y de una mujer cuyas muertes son un hito, no un destino. Para mí, ya es demasiado tarde. Vivir en el pasado, y particularmente en ese pasado, es enloquecedor. Pero la verdadera causa de mi insomnio es el fracaso. |
Historia de los abuelos que no tuve de Ivan Jablonka
No hay más que una única libertad, una única finitud, una única tragedia que hace del pasado nuestra mayor riqueza y la fuente de veneno en la cual se sumerge nuestro corazón. Hacer historia es prestar el oído a la palpitación del silencio, es intentar sustituir la angustia, intensa hasta el punto de bastarse a sí misma, por el respeto triste y dulce que inspira la humana condición.
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Historia de los abuelos que no tuve de Ivan Jablonka
Partí, como historiador, tras las huellas de los abuelos que no tuve. Sus vidas se terminan mucho antes de que la mía comience: Mates e Idesa Jablonka son tan parientes míos como absolutos desconocidos. No son famosos. Se los llevaron las tragedias del siglo xx: el estalinismo, la Segunda Guerra Mundial, la destrucción del judaísmo europeo.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Como hombre en el sentido masculino del término, la sensación es aún peor punto si a veces experimento cierto malestar cuando estoy con Jessica, es porque soy hombre y porque los hombres, a lo largo de su vida le han hecho daño. Los hombres son esos que resuelven las peleas con un cúter, que te desarman a puñetazos, que eyaculan en el papel de cocina que debes sostenerles, que te apuñalan y te quiebran el cuello como un pollo. Para ellos eres un objeto de placer o un puching ball. O bien los hombres son los ministros, los dirigentes, los que hablan en la tele, que saben, que mandan, que tienen razón, que hablan de ti, sobre ti, en ti, a través de ti. Al final, siempre son los hombres los que ganan porque hacen lo que quieren contigo.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Un suceso supone un culpable. Un suceso horrible exige un monstruo. Un monstruo debe ser encerrado. Ese simplismo en el análisis traduce un movimiento de fondo en nuestra sociedad: la necesidad de asignarles a todo crimen, a todo accidente, a toda enfermedad un responsable ante el cual desviar la propia rabia. El estigma del culpable va acompañado de la sublimación de la víctima: esta es tanto más inocente cuanto aquel es abyecto. Esa interpretación apunta al advenimiento de una sociedad de buenos y malos.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Laëtitia, en cambio, murió públicamente. Su muerte fue un suceso mediático. Sus padres siguieron la investigación por televisión. Sus deudos la lloraron ante los ojos de todo el mundo, acompañados por decenas de vecinos, miles de anónimos y millones de telespectadores. Los periodistas se invitaron a las marchas blancas y al entierro. Los canales de televisión comentaron su personalidad, elucubraron sobre su final, con un tono unas veces grave y contrito, otras, voyeurista y ansiogénico.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
No fantaseo con la resurrección de los muertos; intentó registrar, en la superficie del agua, los efímeros círculos que dejaron los seres salirse a pique.
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Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Estos dramas nos recuerdan que vivimos en un mundo donde se insulta, se acosa, se golpea, se viola y se mata a las mujeres. Un mundo donde las mujeres no terminan de ser sujetos de pleno derecho. Un mundo donde las víctimas responden a la saña y a los golpes mediante un silencio resignado. Un fenómeno a puertas cerradas, tras el cual siempre mueren las mismas.
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Historia de los abuelos que no tuve de Ivan Jablonka
En el jardín público de Parczew, sólo hay dos placas, la gris claro y la gris oscuro, en memoria de los 280 soldados judíos del derrotado ejército polaco, ejecutados en la ruta mientras eran transferidos. ¿Qué fue de los judíos de Parczew? Debía de haber miles de tumbas, familia Zonenshayn, familia Wajsman, familia Fiszman, familia Chtchoupak, familia Feder, familia Jablonka, ricos, pobres, artesanos, vendedores de pescado, rabinos del siglo xvii, el pequeño Shmuel fallecido a los 2 años. No queda más que pasto y árboles.
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Gregorio Samsa es un ...