Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka
Un suceso supone un culpable. Un suceso horrible exige un monstruo. Un monstruo debe ser encerrado. Ese simplismo en el análisis traduce un movimiento de fondo en nuestra sociedad: la necesidad de asignarles a todo crimen, a todo accidente, a toda enfermedad un responsable ante el cual desviar la propia rabia. El estigma del culpable va acompañado de la sublimación de la víctima: esta es tanto más inocente cuanto aquel es abyecto. Esa interpretación apunta al advenimiento de una sociedad de buenos y malos.
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