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Y eran una sola sombra de Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda
A Isabel no la conozco. Sus manos, sus pies, el tacto de su pelo, su voz, su olor, todo me lo va contando mi madre. Sus dos hermanos me dieron datos, nostalgias y culpas, pero mi madre me la cuenta a ella, y no terminará de hacerlo. A veces escucho de nuevo su voz torturada en la grabación que le hice sin permiso o en los mensajes en donde respondió mis preguntas.
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