Y eran una sola sombra de Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda
No maldigo querer tanto a mi madre, pero pienso en el dolor cuando ella ya no esté y no podamos hablar. Mi madre viaja a mí, a donde sea que yo esté, y a sus amigos al otro lado del mundo y regresa a su casa. Hablamos cada día por teléfono. Nos hacemos preguntas, las mías son más crueles que las suyas. Ella hace los planes que quiere para mí y la dejo. Le pago con tiempo.
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