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La operadora de Gretchen Berg
—No te lo vas a creer —dijo la voz. Y aunque Vivian estaba segura de que la incredulidad tendría simplemente que ver con una nueva y sorprendente manera de cocinar la langosta, el cangrejo o cualquier otro caro marisco, permaneció a la escucha, aguantando la respiración. Después de un minuto, tenía el cuerpo completamente rígido y los dedos se clavaron en la mesa hasta el punto de que se volvieron blancos. El corazón le empezó a latir desbocado en el pecho y se le secó la boca. Vivian siguió escuchando en un estado de parálisis y pasmo, boquiabierta ante la centralita y sintiendo como si pusieran todo su mundo patas arriba. |