La operadora de Gretchen Berg
Vivian no siempre reconocía las voces de los que llamaban, o los números de teléfono que le proporcionaban. Wooster era pequeño, pero no tanto. Si la voz o el número no le eran familiares, era imposible saber quién estaba al otro lado de la línea, aunque Vivian siempre era capaz de encontrar la solución a sus problemas. Había días en los que pensaba que los que llamaban deberían saber que ella estaba escuchando y que quizás así, en lugar de limitarse a espiar, podía meter baza y ofrecerles aquel buen consejo que sabía que necesitaban. Sería mucho mejor para ellos, seguro. Pero no podía hacerlo. Se suponía que las operadoras no podían escuchar las llamadas. Vivian no podía asegurar si aquello era una norma específica o solo algo que no estaba bien visto; hacía tanto que había leído las normas… Si le preguntaran, se reiría y diría que, de todas maneras, no había nada importante que oír. (…)
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