La operadora de Gretchen Berg
Vivian todavía tenía esperanzas de que pasara algo emocionante en aquella fría noche de diciembre, sentada ante el panel de control. Inquieta, aburrida, tarareando canciones infantiles y medio a la espera de descubrir espías o, al menos, un escándalo matrimonial en su pequeño pueblo de Ohio. Si hubiese sido capaz de quitarse de la cabeza al granjero, su valle, el solitario queso soltero y a Julius y Ethel Rosenberg, habría podido escuchar la voz de su querida abuela ya fallecida diciendo lo que solía decir cuando le pedía algo que podía meterla en problemas: «Ten cuidado con lo que deseas».
|