El gran escritor estadounidense publica 'El día de la liberación', relatos distópicos y satíricos sobre las formas en las que el poder político aplasta al individuo.
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El gran escritor estadounidense publica 'El día de la liberación', relatos distópicos y satíricos sobre las formas en las que el poder político aplasta al individuo.
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Editor: «El mejor cuentista actual en lengua inglesa» (Time) regresa con una colección de cuentos tan malvados como divertidos para tratar de dar sentido a un mundo cada vez más problemático. George Saunders regresa con una colección de cuentos magistral en la que explora las ideas de poder, ética y justicia, y llega al corazón mismo de lo que significa vivir en comunidad con nuestros semejantes. Con su prosa característica, malvadamente divertida, desprovista de sentimentalismo y perfectamente afinada, Saunders continúa desafiando y sorprendiendo: sus cuentos abarcan la alegría y la desesperación, la opresión y la revolución, la fantasía extraña y la realidad brutal. |
n un único entorno y con unos personajes que bien pudieran pertenecer al “Winesburg, Ohio” de dentro de unos años (tampoco muchos), el autor enfrenta a sus personajes con diversos problemas éticos. 1. Vuelta de honor. Fantástico el desarrollo, se desinfla algo al final. 2. Palos. Dos páginas de cuento y ni te cuento la de páginas que sugiere. 3. Cachorro. Dos mujeres, dos diálogos interiores y una conexión tremenda. 4. Escapar de la Cabeza de Araña. Todo por la ciencia. 5. Exhortación. Al fin y al cabo, hay que comer. 6. Al Roosten. Un pobre hombre en su pequeña y miserable vida con sus pequeñas y miserables maldades. 7. El diario de las Chicas Sémplica. Lo fácil que puede ser pasar esa línea en la que dejamos de reconocer la humanidad en otros. Mi preferido. 8. A casa. La vuelta del soldado... a casa? 9. Mi fiasco (o Mi debacle) como hidalgo. El menos interesante. 10. Diez de diciembre. Un niño y un anciano, dos diálogos interiores. En clara pugna por mi preferencia con el de las Chicas Sémplica, aunque... La literatura de ficción es un fantástico mecanismo de plantear preguntas, pero, por razones obvias, suele ser mucho más deficiente a la hora de responderlas. Por ello, es algo que la mayoría de las veces redunda en perjuicio de la misma: encorseta el relato, lo comprime, no deja que respire con libertad, impide al lector la satisfacción de completarlo, de aportar su experiencia y su perspectiva al mismo. Saunders se moja en sus cuentos, se posiciona de forma demasiado explícita para mi gusto y eso hace que cuentos como el primero y el último de este libro, por lo demás espléndidos, se me hagan más pequeñitos de lo que pudieran haber sido. Sin embargo, la calidad de los relatos me ha parecido tan y tan alta que estoy más que dispuesto a leer el siguiente libro que de él se publique en cuanto tenga oportunidad. + Leer más |
Grandísima lectura. Un magnífico puñado de buenos cuentos que me han gustado incluso más que ese otro gran puñado que se recogían en “Diez de diciembre”, en los que Saunders mostraba una mayor tendencia a la respuesta explícita a las distopías que en ellos planteaba. Aquí los finales son más abiertos o menos categóricos, con un resultado, para mí, mucho más amargo y efectivo. De Saunders, me fascina su estilo naiff tan cargado de mala leche, como plasma con una sencillez extraordinaria, con una engañosa inocencia, el lugar al que nos dirigimos (o peor aun, el lugar donde ya estamos sin darnos cuenta) en cuanto a relaciones laborales, sociales o familiares, consiguiendo que te conmuevas ante los patéticos hechos y los grotescos personajes que pueblan sus mundos y que, al mismo tiempo, te indignes ante lo que son, lo que suponen y la verdad que encierran. En la gran literatura la línea recta no tiene por qué ser el camino más corto ni el más interesante de recorrer. En los cuentos de Saunders, la narración es exagerada, los paisajes distorsionados, los personajes se mueven en ese estado de infantilismo que parece imponerse más cada día en una parte cada vez más importante de la sociedad, en el que predomina esa crueldad básica de los niños que exigen la satisfacción inmediata y fácil de sus deseos más primarios; esos sin-clase que ya han bajado los brazos ante lo que les han convencido que es irremediable, que se dejan ir y conducir y son tratados por jefes, vecinos, clientes, y, lo que es más grave, por ellos mismos, como lo que son, elementos sociales, laborales o políticos totalmente prescindibles e intercambiables. Las derrotas íntimas, las miserias y mezquindades cotidianas, los comportamientos cobardes, los autoengaños, las fantasías consoladoras, estrategias en las que todos caemos con mayor o menor insistencia, son narradas en fantásticos diálogos interiores, mostrándonos unos cuantos motivos de nuestra congénita falta de felicidad, imposible de alcanzar e incluso de perseguir. + Leer más |
Ya conocen el argumento, ahora les contaré de qué va. “No sabemos que nos morimos, pero tampoco nos damos cuenta de que estamos vivos.” George Saunders Empezaré por una advertencia: huyan como almas que lleva el diablo si no están preparados para leer un artificio con 166 personajes de diverso pelaje y condición que interactúan sin narrador durante una sola noche en una novela filosófica que está repleta de citas reales e inventadas y muchas veces contradictorias, organizadas en 108 capítulos en los que no es raro encontrar una única frase o un solitario párrafo de pocas líneas. Tampoco sería un error imperdonable, en el fondo Saunders no dice nada que no se haya repetido millones de veces y sus recetas de vida pecan de trivialidad, y, sin embargo, las pone en un contexto tan especial y las expone de una forma tan original que hace de todo ello un artefacto verdaderamente atractivo. Otro punto que quiero dejar claro desde el principio es que esta novela no tiene como objetivo la figura de Abraham Lincoln, ni siquiera la de su hijo Willie, el Lincoln del título. Saunders toma a ambos únicamente como punto de partida para, digámoslo ya, advertirnos que la vida es todo lo que poseemos pero que ésta es un regalo envenenado por absurda, irremediablemente trágica y sujeta a contradicciones difícilmente superables. ¿Por qué Lincoln? El presidente fue alguien inmerso en una guerra que ejemplifica las eternas e insoslayables luchas humanas, fue y es objeto de controversia y padeció posiblemente el mayor golpe que puede sufrir el ser humano: la muerte de un hijo de corta edad. “Trampa. Trampa horrible. Se prepara al nacer uno. Ha de llegar un día final. En que necesitarás salir de tu cuerpo. Eso ya es malo de por sí. Y luego encima traemos aquí a un bebé. Se amplían los términos de la trampa. Ese bebé también tiene que marcharse. Todos los placeres deberían quedar contaminados por ese conocimiento. Pero con lo optimistas que somos, nos olvidamos.” Sí, estamos frágilmente preparados para lidiar con el horror, con la muerte de aquellos a quienes amamos y con nuestra muerte segura. Con mucha dificultad, podemos bregar con ello, conseguir, en cierto modo, olvidarnos de ello, pero este olvido, necesario quizás para poder seguir viviendo, lleva aparejado otro no menos importante: en ausencia de padecimientos, apenas somos conscientes de que estamos vivos y simplemente nos dejamos ir, sin objetivos, sin valorar lo que tenemos y a quien tenemos. Saunders nos diagnostica un infantilismo incurable que nos hace ser egocéntricos y posesivos, impacientes y cortos de miras, que nos avoca al hedonismo egoísta, a la intolerancia, al arrebato incontrolable y a una necesidad patológica de protección y trascendencia. Nuestras debilidades, nuestro miedo a la muerte propia y ajena, nos apremian a la incesante labor de construir fantasías que nos consuelen de nuestros padecimientos, nos respalden en todos nuestros actos y deseos, nos garanticen la inmortalidad y nos alivien de nuestra sed de justicia y comprensión. Pero que nadie se me asuste. Saunders sabe envolver toda esta metafísica en una novela divertida, sorprendente y hasta desconcertante en ocasiones. Saunders odia aburrir, es original, le gusta jugar con el lector, ponerle un espejo delante de los ojos, enfrentarle a dilemas éticos, y todo ello a través de la exageración, lo excéntrico, la distorsión de la cotidianidad; no evita la ternura ni hace ascos al humor incluso en los peores momentos, la muerte sin ir más lejos o, como en este caso, yendo muy lejos, al más allá. Ya avisé al inicio del comentario que lo que temáticamente nos traía aquí Saunders no era muy original, pero también avisé de algo mucho peor, al menos mucho peor para mí, y este es un aspecto que ya le critiqué al comentar su colección de cuentos “Diez de diciembre”. Allí decía, y perdonen que me auto-cite, que “La literatura de ficción es un fantástico mecanismo de plantear preguntas, pero es mucho más deficiente a la hora de responderlas y, en mi opinión, es algo que redunda en perjuicio de la misma… Saunders se posiciona de forma demasiado explícita y eso hace que sus cuentos se me hagan más pequeñitos de lo que pudieran haber sido.” Y eso es lo que vuelve hacer aquí el autor. Saunders nos envía un sencillo mensaje: usen sus vidas, únanlas a las de otros y hagan de ellas algo útil para los demás y así harán de sus vidas algo gratificante para ustedes; actúen siempre de acuerdo con sus principios siendo consciente de sus contradicciones pero sin que estas se conviertan en un obstáculo; no sean indulgentes con los pecados propios ni eludan sus responsabilidades y procuren aliviar en todo lo que puedan la tristeza de los demás, seres tan necesitados de compasión como ustedes mismos. “Todo el mundo sufría tristeza o la había sufrido o la sufriría pronto... habría que hacer lo posible por aligerar la carga de aquellos con quienes uno entra en contacto; de que su actual estado de tristeza no era exclusivamente suyo, ni mucho menos, sino que la misma aflicción la sentían, y seguirían sintiéndola, montones de personas más, en todas las épocas, en todo momento...teníamos que intentar vernos los unos a los otros así... Y, sin embargo... Y, sin embargo... Estaba en plena lucha. Y aunque sus oponentes también eran seres limitados que sufrían, él debía... Aniquilarlos. Matarlos y negarles el sustento y meterlos a la fuerza de vuelta en el redil” Y no es que no sea verdad, es que no es, ni con mucho, toda la verdad. Y aun así, la novela tiene para mí el aroma de la libertad, de lo grotescamente tierno, de lo afectuosamente horrible, de novelas como El maestro y Margarita o El plantador de tabaco. + Leer más |
Abraham #Lincoln perdió a su hijo Willie cuando éste tenía 11 años. Este hecho histórico es el punto de partida para adentrarnos a un cementerio donde los muertos hablan, todos, al mismo tiempo. Rememoran su vida y la visita desesperada de Lincoln cuando el cementerio ya cerró. Mientras, escuchamos las historias de los que descansan no tan en paz. Es un libro surreal que plantea un Limbo caótico. Y ahí está Willie, esperando a su papá. mientras su mausoleo se lo come poco a poco...
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Confieso que al principio de leer esta novela sentí confusión y tuve que releer algunas partes. No entendía bien lo que estaba leyendo, y es que la narración de este libro no es al uso. Por un lado, se narra a través de partes de opiniones, diarios, cartas y comentarios de personas que vivieron los hechos de esta historia tan triste. Por otro, un coro de voces de ultratumba se unen a esta extraña narración. Muertos que salen de sus tumbas para contarnos lo que sucedió la noche en que Willie quería quedarse en este mundo, y no podía ir ni adelante ni atrás. A través de estas voces tan particulares, podemos descubrir un mundo de miedos, inseguridades y tristezas, pero también de alegrías, satisfacción y amor. Y es que, una vida humana se conforma de eso, de cosas buenas y malas. Además de narrar aquella noche en la que ocurre todo, también estos personajes nos cuentan sus historias, y cómo siguen allí, en el cementerio. Y es que, para muchos, el aceptar que están muertos y no podrán volver a vivir su vida es difícil. Esta narración hace que la lectura sea fluida y se agilice, sobre todo en momentos de tensión y sorpresas. No obstante, me ha parecido un poco lenta al final. Una historia entrañable, algo macabra pero con una narración tan original que conviene leer. + Leer más |
Saunders parte de un hecho real, la muerte de Willie, el hijo menor de Abraham Lincoln, ocurrida durante el primer año de su presidencia.
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Quedé absolutamente fascinada con esta novela. Es tan original, no sólo en cuanto a la historia, sino en cómo está contada. Saunders compuso una novela experimental que arranca con un episodio histórico verídico: la muerte prematura de Willie Lincoln a los 11 años y cómo afectó a un Abraham Lincoln partido de dolor y arrojado a los abismos de la desesperación por la pérdida en el momento en que menos podía permitírselo: en medio de la etapa más sangrienta de la guerra civil. Saunders teje un retrato imborrable de Lincoln a través de una técnica de copiado y pegado, en que cita fragmentos de libros de historia y memorias para crear una crónica polifónica de los hechos, mientras a la vez crea un mundo de fantasmas que rodean a Willie cuando se encuentra en el cementerio de Oak Hill, y cuyas interacciones son dignas de una obra del teatro del absurdo. Es una novela llena de humor, pero también de humanidad, compasión, sensibilidad y conciencia histórica de algunos de algunos de los grandes problemas de la época de Lincoln: la esclavitud, la supremacía blanca, la violencia y la mortandad de la guerra civil, y la inestabilidad de un sistema democrático relativamente nuevo que estaba siendo desafiado por la secesión.
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El gran especialista del relato corto publica su primera novela, 'Lincoln en el Bardo', una historia sobre el duelo contada por los espíritus.
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En el fondo lo que todos buscan es volver a aprender a amar en este valle de lágrimas que es la muerte. Seguro que Saunders lloró con ellos mientras escribía este bello libro.
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'Lincoln en el Bardo' (Seix Barral, Edicions de 1984) es una obra innovadora, exultante, compleja y "única" según el jurado que le dio el premio Man Booker el año pasado (no sin polémica en el Reino Unido, al ser el segundo consecutivo para un estadounidense).
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El retrato de Dorian Gray