A corazón abierto de
Elvira Lindo
A veces la ficción, al describir a un personaje escuetamente, convierte en estereotipo o en caricatura a una persona compleja, que no cabe en un libro. Mi padre no cabía en dos adjetivos, no cabe en un libro, porque ese hombre áspero y rudo, charlatán, sin duda, que carecía de la malicia de quienes encubren la vanidad con falsa humildad. Ese hombre verborreico y fanfarrón, que a veces podía ser cruel, estaba también incapacitado para el rencor, y no pudiendo resistir las ganas de vernos, nos escribió una carta, una carta sincera y honda, declarando que sus sentimientos estaban por encima de cualquier malentendido literario. Esa carta, que no he podido volver a leer, porque me hace daño, y que provoca en mí una mezcla de remordimiento y de amor, está fotocopiada entre sus papeles, como fotocopiada está su vida entera, en su afán de que nada quedara en el olvido.