Una palabra tuya

Homo sum, humani nihil a me alienum puto. Dicho esto, y sin que me duelan prendas, los raros son los otros (¡Já!). ¿Cómo no encontrar interesante, llamativa, una novela sobre dos barrenderas? Otra cosa es que queramos vivir su vida (pero tampoco quiero disfrazarme y partir a desfacer entuertos), pero una historia cotidiana, narrada por una autora lúcida y con su ya probada capacidad de empatía, ¿cómo no sentirse interesado?

La señora Lindo no es A. M. Molina (ni falta que le/nos hace), y sí que tiene una voz propia, fácil de reconocer y muy destacable. Esta novela, premio Biblioteca breve, es un muy buen ejemplo de su maestría en amalgamar de forma "natural" y satisfactoria lo trágico y lo risible; como la vida misma, con sus gotas de lirismo irrefrenable, destilado a través del crisol llameante de su profunda compasión.

Rosario nos cuenta, en ese registro coloquial al que aludimos, su vida triste de mujer sola en la treintena, soledad agravada por su madre con deterioro mental y aliviada por una larga amistad ¿no querida? con Milagros, la Monstrua. Asistimos, con pasmo y arrebatados por ese verbo fácil que nos hace devorar el libro en cada minuto libre, a un discurso en el que se repasa una vida, con sus errores y frustraciones; un discurso que duele por su autojustificación, por su racionalización hiriente en la que nos reconocemos a poco que nos miremos de soslayo en el espejo, y que cataliza en un final vívido, redimido por un personal cristianismo ya presente en su bellísimo título.