Una palabra tuya de
Elvira Lindo
no quiero ser esa que se toca por las noches en la soledad del cuarto, en la casa que huele a madre con la cabeza perdida, en la casa que huele a falta de limpieza profunda, que huele a hermana que se quitó de en medio, que huele a padre ausente, traidor, a padre que se fue hace tantos años que ya casi ni puedes acordarte y al que ahora comprendes, por muy hijo de puta que sea, él siguió su deseo, él hizo lo que tú querrías hacer todos los días, dar un portazo y hacer otra vida, ser otro, dejarla, dejar a la mujer buena y simple haciendo malabarismos con sus tres ideas, pero tú no puedes, Rosario, tú no tienes esa suerte, y toda la rebeldía se pudre en tu interior, como un niño que no llegara a nacer, tú fuiste lenta y te quedaste la última y tienes que cargar con ella, maricón el último, y a lo mejor, puede que hasta haya un fondo de bondad en tu interior que te impide hacer lo que estás deseando, irte, o tal vez no sea bondad sino cobardía, o es la certeza de que te comerían los remordimientos, ¿será que no existe la bondad sino el remordimiento? Sabes que no serías capaz de vivir pensando que ella, la madre, da vueltas y vueltas por la casa sin saber ya el camino que recorre en esos cuartos, perdida en setenta metros cuadrados,
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