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Un hijo cualquiera de Eduardo Halfon
Yo leía en silencio y él jugaba a que leía en silencio. Leer calladito, así llamaba a nuestro juego.
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Calificación promedio: 5 (sobre 79 calificaciones)
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Un hijo cualquiera de Eduardo Halfon
Yo leía en silencio y él jugaba a que leía en silencio. Leer calladito, así llamaba a nuestro juego.
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Duelo de Eduardo Halfon
Siempre me ha espantado más la desidia del hombre ante el horror que el horror mismo.
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Sobrevivir los domingos de Eduardo Halfon
Y supe, entonces, pero lo supe con certeza, lo supe con absoluta covicción, que ella también había perdido un hijo.
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El boxeador polaco de Eduardo Halfon
Un cuento no es más que una mentira. Una ilusión. Y esa ilusión sólo funciona si confiamos en ella. Al igual que los trucos de un mago nos impresionan sabiendo muy bien que son sólo trucos (…) La literatura, escribió Platón, es un engaño en el que quien engaña es más honesto que quien no engaña, y quien se deja engañar es más inteligente que quien no se deja engañar. |
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El boxeador polaco de Eduardo Halfon
la literatura no es más que un buen truco, como el de un mago o un brujo, que hace a la realidad parecer entera, que crea la ilusión de que la realidad es una. O tal vez la literatura necesita construir una realidad destruyendo otra –algo que, de un muy intuitivo, ya sabía mi abuelo–, es decir, destruyéndose a sí misma y luego construyéndose de nuevo a partir de sus propios escombros. O tal vez la literatura, como sostenía un viejo amigo de Brooklyn, no es más que el discurso atropellado y zigzagueante de un tartamudo.
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Canción de Eduardo Halfon
Estaba en Japón para participar en un congreso de escritores libaneses. Al recibir la invitación unas semanas atrás, y después de leerla y releerla hasta estar seguro de que no era un error o una broma, había abierto el armario y había encontrado ahí el disfraz de libanés -entre mis tantos disfraces- heredado de mi abuelo paterno, nacido en Beirut.
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Biblioteca bizarra de Eduardo Halfon
El doctor Sancha compra un libro, lo lee, luego se lo regala a algún amigo. Si quiere leerlo otra vez —cosa que le sucede a menudo— el doctor Sancha lo compra otra vez, lo lee otra vez, y luego se lo regala a otro amigo. De algunos libros, dice, ha comprado, leído y regalado varias docenas de ejemplares a varias docenas de amigos. Dice, lapidario, que la biblioteca particular convierte los libros en objetos empolvados que ya nunca o casi nunca se vuelven a abrir. Se convierten en falsos trofeos, dice, en símbolos decadentes. Se convierten, dice, en cosas inservibles.
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Biblioteca bizarra de Eduardo Halfon
Yo pasaba aquellos días dando clases, y leyendo libros al igual que un viciado, y aprendiendo a escribir como si mi vida dependiese de ello (quizás mi vida sí dependía de ello), y antes de darme cuenta ya había publicado mi primer libro. Así nomás. Casi por accidente. Me había tropezado con los libros, y luego había caído en la escritura. Pero algo finalmente me empezaba a hacer sentido, sobre mí mismo, sobre mi país. Y entonces llegó un salvadoreño endiablado y me dijo que huyera de Guatemala lo más pronto posible.
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Biblioteca bizarra de Eduardo Halfon
Pensé en mi muerte. Pensé en alguien llegando a mi casa después de mi muerte a husmear entre las estanterías de caoba de mi biblioteca personal. ¿Cuál sería entonces, según ese alguien, mi tema o mi ideal o mi deseado y árido pedacito de tierra? ¿Será que hay allí, entre mis tantos libros, entre mis tantas lecturas y seducciones literarias, y acaso sin yo siquiera saberlo, el deseo secreto y profundo de algún pedacito de tierra? La biblioteca de un hombre, decía Ralph Waldo Emerson, es una especie de harén.
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Gregorio Samsa es un ...