Un hijo cualquiera de Eduardo Halfon
Yo leía en silencio y él jugaba a que leía en silencio. Leer calladito, así llamaba a nuestro juego.
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Un hijo cualquiera de Eduardo Halfon
Yo leía en silencio y él jugaba a que leía en silencio. Leer calladito, así llamaba a nuestro juego.
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Duelo de Eduardo Halfon
Siempre me ha espantado más la desidia del hombre ante el horror que el horror mismo.
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Sobrevivir los domingos de Eduardo Halfon
Y supe, entonces, pero lo supe con certeza, lo supe con absoluta covicción, que ella también había perdido un hijo.
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El boxeador polaco de Eduardo Halfon
Un cuento no es más que una mentira. Una ilusión. Y esa ilusión sólo funciona si confiamos en ella. Al igual que los trucos de un mago nos impresionan sabiendo muy bien que son sólo trucos (…) La literatura, escribió Platón, es un engaño en el que quien engaña es más honesto que quien no engaña, y quien se deja engañar es más inteligente que quien no se deja engañar. |
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Signor Hoffman de Eduardo Halfon
¿Por qué había viajado a Polonia? ¿Por qué mi insistencia en rastrear los pasos de un abuelo? ¿Qué creía que iba a comprender al conocer ese apartamento, cuya apariencia posiblemente ya nada tenía que ver con aquel apartamento de septiembre del 39? ¿Qué buscaba, en realidad? ¿Acercarme a un abuelo, a una tradición? ¿Husmear entre los últimos huesos y fósiles de una truncada historia familiar?
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El boxeador polaco de Eduardo Halfon
la literatura no es más que un buen truco, como el de un mago o un brujo, que hace a la realidad parecer entera, que crea la ilusión de que la realidad es una. O tal vez la literatura necesita construir una realidad destruyendo otra –algo que, de un muy intuitivo, ya sabía mi abuelo–, es decir, destruyéndose a sí misma y luego construyéndose de nuevo a partir de sus propios escombros. O tal vez la literatura, como sostenía un viejo amigo de Brooklyn, no es más que el discurso atropellado y zigzagueante de un tartamudo.
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Signor Hoffman de Eduardo Halfon
No me gusta ir al mar, ni nadar entre las olas, ni caminar en la playa, ni mucho menos salir en barco. Me gusta el mar como imagen. Como idea. Como pensamiento. Como parábola de algo misterioso y a la vez evidente; de algo que al mismo tiempo promete salvarnos y amenaza matarnos. El mar, en fin, como una vecina desnuda y relumbrante en su ventana nocturna: desde lejos.
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Signor Hoffman de Eduardo Halfon
La versión variaba dependiendo del paso de los años, o de su nostalgia, o de su estado de ánimo, o del carácter de la persona que le estuviese preguntando (mi abuelo entendía, acaso a un nivel intuitivo, que una historia crece, cambia de piel, hace malabares sobre la cuerda floja del tiempo; entendía que una historia es en realidad muchas historias).
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Signor Hoffman de Eduardo Halfon
Pensé en decirle que todos nuestros viajes son en realidad un solo viaje, con múltiples paradas y escalas. Pensé en decirle que todo viaje, cualquier viaje, no es lineal, ni circular, ni concluye jamás. Pensé en decirle que todo viaje es un despropósito. Pero no dije nada.
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Los nombres de personajes en un libro aparecen: