David Foenkinos

Mientras la guerra continuaba, me senté junto al mar y vi la profundidad del corazón de la humanidad.

Hay cuerpos que son consuelos.

En la felicidad siempre llega un momento en que uno está solo entre la multitud.

Imaginemos por un segundo que lo que nos hace sufrir tiene la envergadura mediática de Harry Potter. En este caso, superar lo que nos hace daño se complica un poquito.

A David le dio apuro haber formulado aquella propuesta. Qué sentido tiene mitigar la decepción de quien ha soñado con ser océano ofreciéndole ser gota de agua.

Puede que la vida humana se resuma en eso, en una incesante experimentación de la desilusión, para desembocar con más o menos suerte en la gestión del dolor.

En mi obra de teatro, yo era todos los personajes.
He aprendido a tirar por todos los caminos.
Y así me convertí en mí misma.

El mero hecho de tener un caballete delante y de llevar delantal y paleta la colmaba de una satisfacción total; los preliminares de la creación son ya un éxtasis en sí mismos.

He aquí, por tanto, la razón por la que se decantaron por Daniel Radcliffe. Una cuestión de intuición… Quedarse a las puertas de tanto por tan poco era como para volverse loco. Así es como una vida humana cae del lado equivocado. Siempre es una nadería lo que marca la diferencia, como si la mera posición de una coma pudiera cambiar el sentido de una novela de ochocientas páginas.

Hoy en día vivimos sometidos a la dictadura de la felicidad de los demás. O más bien de la presunta felicidad.

Imaginemos por un segundo que lo que nos hace sufrir tiene la envergadura mediática de Harry Potter. En ese caso, superar lo que nos hace daño se complica un poquito.

La felicidad no entiende de condición obrera; la felicidad siempre es un poco burguesa.

Cuando no hay huella física de la felicidad se reduce el riesgo de que posteriormente lo embargue a uno la nostalgia.

Curiosa la trama que nos narra David Foenkinos en este su ultimo libro.
Nunca nos hemos parado a pensar la cantidad de números dos que quedan en el mundo y la manera de gestionarlo, algunos lo gestionan mejor que otros; en este caso la repercusión mediática hace que Martin no levante cabeza, que su vida este condicionada a la visión de cualquier tipo de merchandaising sobre Harry Potter.

Las vidas de los artistas suelen estar jalonadas de encuentros con hombres y mujeres que han digerido su frustración creativa y se han entregado por completo a los demás. Ya no hay, por lo tanto, la más mínima acritud, pies la transmisión representa cierta belleza. Ayudar a hacer eclosionar el talento del otro evidencia también un talento inmenso

Todo podía volver a empezar. Tal vez sea ese el mayor triunfo de un agresor: provocar un terror sordo sin tener que hacer nada.

¿Qué era el éxito, a fin de cuentas? ¿Y el fracaso? Su frustración había arraigado en la fantasía de otro destino que pintaba mejor. Pero ¿qué sabía él en realidad del día a día del Otro? Poca cosa, a parte de lo que contaban los medios de comunicación y la industria de los sueños.

La curiosidad delimita el mundo de los vivos del de las sombras.

Lo violento del fracaso es perder el dominio de tu propio destino

En 1999 centenares de jóvenes pasaron por las audiciones para interpretar a Harry Potter. Entre los dos candidatos que llegaron hasta el final, Daniel Radcliffe fue elegido por tener, según la directora del casting, «ese algo extra». Al leer estas declaraciones, David Foenkinos empatizó de inmediato con el chico que no tenía ese toque extra: el número dos. Esta novela narra su historia.