Caryanna Reuven

Eso era lo que era, quién era, su misma naturaleza, le, la, el agente IN.00. Innombrabre.00. Sin nombre. Imposible de ser renombrado, renombrada, renombrade. El, la, le primere agente de su tipo. También el, la, le únique.

Dio un sorbo al té y volvió a suspirar. Todo lo que pregonaba la Unión era peligroso, desde las palabras que pronunciaban y los nombres que usaban hasta el mismo odio con el que impregnaban su discurso. La supremacía de unos sobre otros, la libertad de expresión llevada hasta sus últimas consecuencias, todas las creencias igual de válidas.
Incluso aquellas que defendían el exterminio de una parte de la población, del diferente, del que no comulgara con ellos.

Resolvieron el que había sido uno de los grandes misterios para la extinta humanidad: estaban solas. No había nadie allí fuera. La Tierra siempre había sido un planeta único y especial. Una excepción. Una anomalía.

Siempre empieza así, con los otros, con los diferentes. Con los que apenas pueden protestar. Luego poco a poco, el veneno se extiende como una infección hasta que todo cambia a peor.

Es fascinante cómo funciona la mente humana, cómo nos engañamos a nosotros mismos para fingir que todo está bien cuando en realidad no lo está.

Diles qué pronombre quieres que usen contigo. En este mundo es así como lo hacéis, ¿verdad? Lo he visto en tus recuerdos.

Cada vez que una consciencia de nuestro mundo llega a esta dimensión puede optar por uno de estos dos caminos: la invasión o la convivencia.

Era como si faltara algo aunque sin faltar. Porque allí, a Arundhati, no le faltaba nada. Tan solo había una profunda incomprensión y cierto rechazo hacia lo que el mundo, la sociedad, consideraba normal sentir.

«sigo siendo una chica. No importa lo que ocurra, no importa cómo pasen las cosas. Yo, mi otro yo, ¿todos mis yos?, son, somos, chicas».

Porque siempre había sido una mujer, aquí, allí, a dimensiones de distancia, en mundos distintos, en universos distintos, en vidas distintas. Ella era ella. Pasara lo que pasase, ella seguía, seguiría, siendo ella. Siempre. Siempre.
Siempre.

Algunos no tenían un reflejo en el otro lado. Las personas que había allí no siempre eran otra versión de ellos mismos. A veces eran demasiado diferentes y, por lo tanto, incompatibles para poder robar sus vidas.
Para invadirlos.
Para asesinarlos.

Quería vivir, quería estar sana, quería un futuro. Quería volver a tener pelo. Aunque tuviera que matar a alguien y robar una vida para lograrlo. Lucharía por ello. Se batiría por ello. Viviría y mataría.

No se podía viajar en el tiempo. Estaban al borde de la extinción.

Otra vez Alfa intentado ser ella, equipararlas, como si una cosa artificial pudiera ser remotamente parecida a un ser humado de verdad.

Es más de lo que soy yo. Mucho más. Quiero ser lo que es Ella. Es más completa. Más grande. Más…