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Las extrañas aventuras de Solomon Kane de Robert E. Howard
Y Solomon Kane se estremeció, ya que había visto vivo a lo que no era vida, tal y como él la concebía, y había dado y presenciado una muerte que no era muerte tal y como la conocía. De nuevo se vio abrumado por la comprensión, tal y como había ocurrido en los salones polvorientos de la atlántida Negari, y en las horrendas Colinas de los Muertos, y en Akaana: la comprensión de que la vida humana no era sino una entre una miríada de formas de vida, que había mundos dentro de los mundos, y que había más de un plano de existencia. Kane comprendió que el planeta que los hombres llaman Tierra se había deslizado a través de edades indecibles, y que de la misma forma lo hacía la Vida, y que los seres vivos que se retorcían sobre ella como gusanos eran engendrados en la podredumbre y la corrupción. El hombre era ahora el gusano dominante, ¿pero por qué suponer con arrogancia que él y sus semejantes eran los primeros gusanos, o los últimos, en gobernar un planeta pletórico de vida desconocida?
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