Nada de Carmen Laforet
Me estaba dando cuenta yo, por primera vez, de que todo sigue, se hace gris, se arruina viviendo. De que no hay final en nuestra historia hasta que llega la muerte y el cuerpo se deshace…
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Nada de Carmen Laforet
Me estaba dando cuenta yo, por primera vez, de que todo sigue, se hace gris, se arruina viviendo. De que no hay final en nuestra historia hasta que llega la muerte y el cuerpo se deshace…
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Nada de Carmen Laforet
Me estaba dando cuenta yo, por primera vez, de que todo sigue, se hace gris, se arruina viviendo.
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Nada de Carmen Laforet
"Bajé las escaleras, despacio. Sentía una viva emoción. Recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con que las había subido por primera vez. Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces." (Págs. 363-364). .
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Nada de Carmen Laforet
Antes de ponerse los guantes se pasó, con un gesto maquinal, la mano por la frente. Una mano tan fina que me dieron ganas de volver su palma hacia mis ojos para maravillarme de su ternura, como a veces me gusta hacer con el envés de las hojas...
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Nada de Carmen Laforet
Me di cuenta de que podía soportarlo todo: el frío que calaba mis ropas gastadas, la tristeza de mi absoluta miseria, el sordo horror de aquella casa sucia. Todo menos su autoridad sobre mí. Era aquello lo que me había ahogado al llegar a Barcelona, lo que me había hecho caer en la abulia, lo que mataba mis iniciativas; aquella mirada de Angustias.
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Nada de Carmen Laforet
Solo aquellos seres de mi misma generación y de mis mismos gustos podían respaldarme y ampararme contra el mundo un poco fantasmal de las personas maduras.
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Nada de Carmen Laforet
Al fin se fueron dejándome con la sombra de los muebles que la luz de la vela hinchaba llenando de palpitaciones y profunda vida.
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Nada de Carmen Laforet
...aquel día yo había sentido como un presentimiento de otros horizontes. Algo de la ansiedad terrible que a veces me coge en la estación al oír el silbido del tren que arranca o cuando paseo por el puerto y me viene en una bocanada el olor a barcos..
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Nada de Carmen Laforet
Gloria, la mujer serpiente, durmió enroscada en su cama hasta el mediodía, rendida y gimiendo en sueños. Por la tarde me enseñó las señales de la paliza que le había dado Juan la noche antes y que empezaban a amoratarse en su cuerpo.
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La insolación de Carmen Laforet
Hay dentro de mí una fuerza, te lo juro. Algo que ni tu hermana ni tú sospecháis. Ayer supe que nada podrá detener esta fuerza cuando yo la ponga en marcha. No me podrá atar nada. Necesito una libertad absoluta. Ningún lazo familiar. ¿Oyes bien? Ninguno. Ni ataduras de patria tampoco. Esa idea de la Patria es forzada, es utópica. Ni ataduras de religión, ni mucho menos sociales, incluso en las relaciones del sexo, incluso en eso he visto dos caminos de liberación; el de Freud, de no retener ningún impulso para que las inhibiciones no te aten, o el de los místicos, superándolo por el espíritu. Y desde luego, lazos familiares ninguno. Ya te lo he dicho.
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Nada de Carmen Laforet
Cuando vino un miliciano a registrar la casa yo le enseñé todos mis santos, tranquilamente. Pero ¿usted cree en esas paparruchas de Dios?, me dijo. Claro que sí, ¿usted no?, le contesté. No, ni permito que lo crea nadie. Entonces yo soy más republicana que usted, porque a mí me tiene sin cuidado lo que los demás piensen, creo en la libertad de ideas. Entonces se rascó la cabeza y me dio la razón. Al otro día me trajo un rosario de regalo de los que tenían ellos requisados.
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Nada de Carmen Laforet
Gloria, la mujer serpiente, durmió enroscada en su cama hasta el mediodía, rendida y gimiendo en sueños. Por la tarde me enseñó las señales de la paliza que le había dado Juan la noche antes y que empezaban a amoratarse en su cuerpo.
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Nada de Carmen Laforet
Pensaba que los secretos más dolorosos y más celosamente guardados son quizá los que todos de nuestro alrededor conocen. Tragedias estúpidas. Lágrimas inútiles.
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Nada de Carmen Laforet
Hasta entonces nadie a quien yo quisiera me había demostrado tanto afecto y me sentía roída por la necesidad de darle algo más que mi compañía, por la necesidad que sientes todos los seres poco agraciados de pagar materialmente lo que para ellos es extraordinario: el interés y la simpatía.
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Nada de Carmen Laforet
"Pero ¿usted cree en esas paparruchas de Dios?", me dijo. "Claro que sí, ¿usted no?", le contesté. "No, ni permito que lo crea nadie." "Entonces yo soy más republicana que usted, porque a mí me tiene sin cuidado lo que los demás piensen, creo en la libertad de ideas".
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Nada de Carmen Laforet
Luces, ruidos, el oleaje entero de la vida rompía contra los balcones con cortinas de terciopelo. Dentro también desbordaba; había demasiada gente.
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Nada de Carmen Laforet
No había más que decir al llegar a este punto, puesto que era fácil para mí entender este idioma de sangre, dolor y creación que empieza con la misma sustancia física cuando se es mujer. Era fácil entenderlo sabiendo mi propio cuerpo preparado —como cargado de semillas— para esta labor de continuación de vida. Aunque todo en mí era entonces ácido e incompleto como la esperanza, yo lo entendía.
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Nada de Carmen Laforet
Me estaba dando cuenta yo, por primera vez, de que todo sigue, se hace gris, se arruina viviendo. De que no hay final en nuestra historia hasta que llega la muerte y el cuerpo se deshace.
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Nada de Carmen Laforet
Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme.
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Gregorio Samsa es un ...