Los crímenes de Cater Street de Anne Perry
—¿Cómo cree que la gente podría vivir en los barrios marginales si no tuviese sentido del humor? Sin la astucia y una extraña y amarga capacidad para asumir las cosas más absurdas no podrían resistirlo. Usted no entendería la jerga de los vendedores ambulantes, de las prostitutas ni de los estafadores, pero si pudiera comprenderles se daría cuenta de lo divertidos que resultan en ciertas ocasiones. No dan nada pero tampoco esperan nada, tienen mucha imaginación y son avariciosos, pero todo eso no impide que sean divertidos. Así es el mundo en el que viven. Un mundo en el que los débiles y los desleales mueren. —¿Qué pasa con los enfermos, los huérfanos, los viejos? —inquirió ella—. ¿Cómo se puede ver eso con sentido del humor? —Mueren, como ocurre también en las clases sociales distinguidas —replicó—. Mueren de otra forma, eso es todo. Pero Charlotte, en su mundo, ¿qué suerte corre una mujer divorciada, una que tiene un hijo ilegítimo o una cuyo marido muere y la deja sin nada para pagar las deudas? Se arruinan y acaban por suicidarse. A efectos prácticos, se arruinan el mismo día en que ocurre su desgracia. Dejan de salir a la calle y nadie las visita por la tarde. No tienen posibilidad de trabajar, no podrán casar a sus hijas y ningún comerciante les dará crédito. Es una muerte distinta, pero el final es el mismo. + Leer más |