¿Puede ser que lleves prácticamente toda la vida enamorada de tu vecino, uno de los chicos más populares del instituto?
¿Puede ser que tengas tan idealizado ese amor que no seas capaz de ver lo que tienes justo ante ti?
¿Puede ser que metas la pata al intentar llevar a cabo una misión que no tendría por qué fallar?
Una sorpresa inesperada. Eso ha sido este libro.
Pensaba encontrar algo con lo que entretener las vacaciones y ha resultado ser mucho más que eso.
Una historia que puedes haber leído cientos de veces, haber visto en cientos de películas adolescentes y que en esta ocasión tiene algo que engancha desde el principio. Tal vez sea el ritmo, o sus dosis de humor, la presencia de la amistad y, como no, ese enamoramiento tan intenso que se vive en la adolescencia.
Puede parecer que está llena de tópicos, que ninguno de sus personajes aportan nada nuevo, sin embargo el estilo de la autora y su manera de presentar a los personajes, su manera de hacerlos evolucionar me han parecido diferentes y originales.
Ash es esa chica que se cree invisible, que parece dispuesta a cambiar lo que haga falta para que se fijen en ella sin saber que su mayor cualidad es ser ella misma.
Cam, el capullo adorable, ese personaje que puede parecer perfecto pero que no se libra de sus dudas, sus miedos y sus meteduras de pata.
Y Tyler, el tercero en discordia, el chico que desprende fuegos artificiales en lugar de hacer saltar chispas, al que no sabes si odiar o conceder una oportunidad, si dice la verdad o miente.
Y no puedo olvidarme de la madre de Ash. Una madre atípica que le da un toque especial a sus consejos.
Un romance adolescente, de instituto, con todos los ingredientes para atraparte entre sus páginas y con un final por todo lo alto para que empecemos a contar los días que faltan hasta el 17 de noviembre, cuando saldrá publicada la segunda parte de esta trilogía.
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