La mala costumbre de Alana S. Portero
Ajena a las monumentalidades, toda la reputación madrileña, toda su belleza, recaía en sus habitantes, que en aquellos años ya votaban mal pero seguían acogiendo bien.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Ajena a las monumentalidades, toda la reputación madrileña, toda su belleza, recaía en sus habitantes, que en aquellos años ya votaban mal pero seguían acogiendo bien.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
solía comprar bocadillos o sándwiches en los bazares o en bares en los que la conocían para dárselos a las putas más jóvenes, chicas de Europa del Este a las que sus chulos las tenían toda la noche alimentadas con un par de bolsas de Doritos, gusanitos o algún otro aperitivo a veinticinco pesetas.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Sí te digo que el mundo es bien cabrón, pero bien cabrón, y que está lleno de comemierdas deseando bajarte la alegría a golpes, eso ya lo sabes, pero hay cosas que están en tu mano.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Nos cazó una patrulla de la Guardia Civil metiéndonos mano en una cuneta de la sierra de Mijas y Celestino les convenció de que me estaba dando un masaje para el asma.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Se comunicaba con Jay practicando la milenaria costumbre española de intentar hacer entender el castellano a los extranjeros hablándolo a voces y despacio.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
La conciencia de que necesitas un armario para esconderte te hace listísima en lo tocante al juego de la verdad y la mentira, de lo que dejas ver y de lo que no.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Dios casi nunca está cuando se le espera porque es oscuridad, tuvo que crear la luz voceando en el abismo para poder ver algo más que a sí mismo y su tiniebla.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Nadie puede salir indemne de una vida entera dedicada a reventarse el cuerpo para mantener un hogar en pie.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Las mujeres no éramos abejas que se alimentaban del mismo néctar punto. Liberarse, abrirse al mundo, reclamar el espacio que se nos debía podía hacerse desde posiciones muy distintas y todas eran buenas.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Vivo entre dos mundos sin que nadie me espere en ninguno de los dos.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Antes de definirte tú misma, los demás te dibujaban los contornos con sus prejuicios y sus violencias.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
No me daba cuenta de que unas y otras eran la misma cosa, mujeres que habían conquistado la poca o mucha libertad que tenían con garras y dientes y eso es lo que las hacía tan aterradoras.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Los días que intentaba superar el miedo y definirme, aunque fuese en voz baja, delante del espejo del baño, mi cómplice, solo tenía a mano las palabras que había escuchado. Por muy hábil que fuese usándolas, no encontraba la combinación necesaria para definirme con la justicia que merecía y acababa por dibujar los contornos de un error que camina y respira.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Hacía falta mucho valor para componerse ante el espejo como una se entendía a sí misma y trasladar esa intimidad al espacio público, requería todas las fuerzas que tenía disponibles.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Tenía el aspecto de una persona a la que le suena en bucle la obertura de Carmina Burana en la cabeza.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Acabé por entenderlo, los pliegues de la memoria son traicioneros y pueden liberar recuerdos tan vivos que se corre el peligro de quedar atrapada en lugares que una prometió no volver a pisar jamás.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Sucedía como suceden las cosas mundanas, sin que parezca que son perfectamente evitables.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Si quería tener algo parecido a una vida tenía que ser fuera de las miradas de la normalidad, a escondidas, minimizando la posibilidad de la violencia correctiva de lo ordinario.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Cuando mos con ganas no tenemos edad, lo hacemos igual durante toda nuestra vida y puede adivinarse en nuestra mueca la niña que fuimos o la anciana que seremos.
|
La mala costumbre de Alana S. Portero
Eran dos chicas que apenas habían cumplido los veinte años desplegando toda la crueldad de la que la juventud es capaz, que es mucha. Los remordimientos y la contención llegan con la decrepitud, como el egoísmo, cuando se habita el reverso de la vida y se entiende que casi nada feo existe que no nos termine por alcanzar.
|
¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?