La mala costumbre de Alana S. Portero
Ser hombre, ser mujer, no ser ninguna de las dos cosas es algo que no puede experimentarse ni construirse a solas.
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Calificación promedio: 5 (sobre 122 calificaciones)
/La mala costumbre' está siendo la revelación de la temporada. Con su primera novela, una historia de crecimiento costumbrista con toques mágicos inspirada en su infancia en San Blas, Alana S. Portero ha enamorado a editores de todo el mundo, que ya preparan su traducción.
La mala costumbre de Alana S. Portero
Ser hombre, ser mujer, no ser ninguna de las dos cosas es algo que no puede experimentarse ni construirse a solas.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Los obreros nunca fueron vistos por el franquismo de otra forma que como bestias de carga que estabular en la periferia. Ese abandono generó una conciencia de clase en el barrio que las autoridades de la Transición democrática decidieron atajar a finales de los setenta y durante toda la década de los ochenta con jeringazos de heroina casi regalados.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Eran dos chicas que apenas habían cumplido los veinte años desplegando toda la crueldad de la que la juventud es capaz, que es mucha. Los remordimientos y la contención llegan con la decrepitud, como el egoísmo, cuando se habita el reverso de la vida y se entiende que casi nada feo existe que no nos termine por alcanzar.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Lo primero que una niña trans aprende cuando el entorno es hostil a su causa, antes incluso de saber que lo es, cuando todo son intuiciones, es a controlar la ilusión, o a fingirla hasta que casi ni ella misma sabe cuándo es cierta y cuando no.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Aprendí que a las mujeres que viven a su manera, que envejecen a su manera y que llevan la vida marcada en la cara, bien visible, se las suele cubrir con el manto del patetismo y de la burla porque se las teme.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
El miedo que se pasa en el armario fabrica monstruos a partir de sombras chinescas.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Cuando reímos con ganas no tenemos edad, lo hacemos igual durante toda nuestra vida y puede adivinarse en nuestra mueca la niña que fuimos o la anciana que seremos.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Cuando reímos con ganas no tenemos edad, lo hacemos igual durante toda nuestra vida y puede adivinarse en nuestra mueca la niña que fuimos o la anciana que seremos.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Los obreros nunca fueron vistos por el franquismo de otra forma que como bestias de carga que estabular en la periferia. Ese abandono generó una conciencia de clase en el barrio que las autoridades de la Transición democrática decidieron atajar a finales de los setenta y durante toda la década de los ochenta con jeringazos de heroína casi regalados.
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La mala costumbre de Alana S. Portero
Escuchar a los adultos hablar de las personas diferentes dejaba marcas que no se borraban nunca.
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