San Manuel Bueno, mártir de Miguel De Unamuno
Así me ha hecho Dios. Yo no podría soportar las tentaciones del desierto. Yo no podría llevar solo la cruz del nacimiento.
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San Manuel Bueno, mártir de Miguel De Unamuno
Así me ha hecho Dios. Yo no podría soportar las tentaciones del desierto. Yo no podría llevar solo la cruz del nacimiento.
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Antología poética de Miguel De Unamuno
Sombra de humo ¡Sombra de humo cruza el prado! ¡Y que se va tan de prisa! ¡No da tiempo a la pesquisa de retener lo pasado! Terrible sombra de mito que de mi propio me arranca, ¿es acaso una palanca para hundirse en lo infinito? Espejo que me deshace mientras en él me estoy viendo, el hombre empieza muriendo desde el momento en que nace. El haz del alma te ahuma del humo al irse a la sombra, con su secreto te asombra y con su asombro te abruma. |
Del sentimiento trágico de la vida de Miguel De Unamuno
Porque, unos creen en la ciencia, en el estudio , y otros creen en la persona, en la inspiración y hasta en la ignorancia.
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La tía Tula de Miguel De Unamuno
Pero Ramiro, que llevaba el alma toda a flor de los ojos, no creyó ver más que a Rosa, y a Rosa se dirigió desde luego.
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La tía Tula de Miguel De Unamuno
Formaban las dos hermanas, siempre juntas, aunque no por eso unidas siempre, una pareja al parecer indisoluble, y como un solo valor.
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Antología poética de Miguel De Unamuno
Hay que ganar la vida que no fina, con razón, sin razón o contra ella. |
Antología poética de Miguel De Unamuno
Hiéreme frente y pecho el sol desnudo del terrible saber que sed no muda; no bebo agua de vida, pero sudo y me amarga el sudor, el de la duda: sácame, Cristo, este espíritu mudo, creo, tú a mi incredulidad ayuda. |
Antología poética de Miguel De Unamuno
Los dioses lloran, los dioses lloran cuando muere el perro que les lamió las manos, que les miró a los ojos, y al mirarles así les preguntaba: ¿a dónde vamos? |
Antología poética de Miguel De Unamuno
La quietud sujetó con recia mano al pobre perro inquieto, y para siempre fiel se acostó en su madre piadosa tierra. Sus ojos mansos no clavará en los míos con la tristeza de faltarle el habla; no lamerá mi mano ni en mi regazo su cabeza fina reposará. |
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Niebla de Miguel De Unamuno
A los despreciados se nos debe dejar el que nos consolemos los unos con los otros.
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Niebla de Miguel De Unamuno
Hay ocasiones en que las peores ofensas son esas que se infligen sin intención, según se dice.
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Niebla de Miguel De Unamuno
Hay lagrimas que refrescan y desahogan y lágrimas que encienden y sofocan más.
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Niebla de Miguel De Unamuno
Pero acaso no hay nada más malicioso que la inocencia, o bien, más inocente que la malicia.
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Niebla de Miguel De Unamuno
Pues porque a la gente le gusta la conversación por la conversación misma, aunque no diga nada. Hay quien no resiste un discurso de media hora y se está tres horas charlando en un café. Es el encanto de la conversación, de hablar por hablar, de hablar roto e interrumpido.
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Niebla de Miguel De Unamuno
O no es acaso que a medida que los corazones más se unen, más se separan las cabezas.
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Niebla de Miguel De Unamuno
Los hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías, y es porque esas penas y esas alegrías vienen embozadas en una inmensa niebla de pequeños incidentes. Y la vida es esto, la niebla. La vida es una nebulosa.
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¿Quién escribió la saga?