Una rosa en invierno de Kathleen Woodiwiss
solo pensar en ti acelera los latidos de mi corazón y despierta en mí tan ferviente anhelo, que debo buscarte, o tolerar el tormento de no tenerte.
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Una rosa en invierno de Kathleen Woodiwiss
solo pensar en ti acelera los latidos de mi corazón y despierta en mí tan ferviente anhelo, que debo buscarte, o tolerar el tormento de no tenerte.
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Una rosa en invierno de Kathleen Woodiwiss
Los momentos recordados con cariño no se toman, no se dan, sino que se comparten, para luego atesorarlos como acontecimientos dichosos.
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Una rosa en invierno de Kathleen Woodiwiss
Alli temblando, desamparada frente a la brisa,había una munúscula rosa roja. La planta era debil, pequeña, con ese únoico capullo qiue, por algún milagro, había desplegado su belleza en la mitad del invierno. Maravillada, Erienne tomó el frágil brote entre las manos y se inclinó para aspirar la delicada fragancia que emanba de los petalos color carmesí. Sus pensamientos retrocedieron al pasado, cuando, largo tiempo atrás, sus sueños abrigaban la imagen de un príncipe ofreciendo una bella rosa para expresar su amor a la dama, y recordó una antigua leyenda, donde una rosa encontrada en invierno entrañaba la promesa del verdadero amor.
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La llama y la flor de Kathleen Woodiwiss
Estaba a punto de acariciarle la espalda con ternura cuando su mente se bloqueó confusa al pensar en el curso de los acontecimientos: la calma inicial de la joven, la reservada aceptación de la situación al entrar en el camarote, su ligera y juguetona resistencia, la ayuda esporádica e inexperta que le había proporcionado en la cama y, ahora, ese llanto interminable y la sangre en las sábanas. ¿Acaso era tan pobre que estaba obligada a desempeñar ese oficio?
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La llama y la flor de Kathleen Woodiwiss
—Deberías aceptar tu destino —le sugirió él— y aprender el arte de la profesión. Lo primero que voy a enseñarte es que no tiene por qué ser necesariamente doloroso. Te has peleado conmigo dos veces; la última causando tu propia desdicha. Esta vez te vas a relajar y me vas a dejar hacer a mí sin oponerte, aunque es posible que no lo disfrutes todavía.
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La llama y la flor de Kathleen Woodiwiss
—Exacto —respondió él suave pero cruelmente, aterrorizándola. Se levantó de la cama y la miró—. Como ya te he dicho, no me gusta que me chantajeen y ya he escogido el castigo que voy a infligirte. Querías segundad y un padre para nuestro hijo. Lo tendrás, querida, pero no obtendrás ni una cosa más. En mi casa no se te tratará mejor que a una sirvienta. Tendrás el apellido que querías, pero deberás rogarme y suplicarme para que te conceda el menor deseo. No tendrás ni un penique ni llevarás una vida normal. Pero me encargaré de que no tengas que pasar por el bochorno de que se enteren de tu situación. En otras palabras, querida, la posición que creías era tan respetable, no será más que tu propia prisión. No tendrás ni el placer de compartir los momentos más tiernos del matrimonio. Sólo serás una simple sirvienta para mí. Si hubieras sido mi amante, te habría tratado como a una reina, pero ahora sólo me conocerás como tu amo.
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La llama y la flor de Kathleen Woodiwiss
—Estúpido mentecato. Soy una mujer. Lo que celosamente guardaba para el hombre que yo escogiera, tú me lo arrebataste. Soy un ser humano y tengo mi orgullo. —Con un gruñido, dio media vuelta, se sentó de nuevo en la silla, enfurecida, y se tapó con el edredón. Al volver a observar su atractivo rostro, una sonrisa maliciosa torció sus labios. ¡Ah, era un hombre tan magnífico!
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Gregorio Samsa es un ...